Ira

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Moviéndose hacia el pueblo de Axel, una carreta era jalada por lo que incluso un analfabeto podría llamar un Behemot. La visión del impresionante vehículo y la mística criatura contrastaba enormemente con el humor de la persona que sujetaba las riendas.

– ¿Por qué tuvo que pasar esto? – preguntó Izuku a nadie en particular, suspirando ante su suerte, y su incapacidad de ignorar a aquellos que estaban sufriendo. – ¿Por qué no puedo avanzar de una vez?

Las puertas de Axel se hicieron visibles, y con cada paso, el terror en incremento se volvía cada vez más obvio. ¿Qué se suponía que debía decir ahora, tras aquel heroico discurso cuando se marchó?

– Amo... ¿arrepentido? – La pregunta de Liza cargaba mucho peso como para venir de alguien que supuestamente flaqueaba en intelecto.

Durante la totalidad de un segundo, Izuku pensó en cómo responder a esa pregunta. Se preguntaba lo que podría haber pasado si hubiese dicho que no en aquel momento, si hubiese ignorado a esa única persona que estaba sufriendo para continuar con su misión por el bien mayor.

– No. – replicó Izuku con toda honestidad. – Sólo desearía que eso no hubiera pasado.

Su corazón seguía siendo el de un héroe, incluso si él mismo no era totalmente consciente de ello.

– Entonces deja de lamentarte. – añadió Megumin, que admitiéndolo se sentía cansada de oír a su novio suspirando cada quince minutos. – Lo hecho, hecho está. En vez de eso, tomémonos el tiempo para prepararnos para un viaje más largo.

Izuku sonrió ante la idea de tener una mejor oportunidad. Se sentía agradecido de tener a Megumin y Liza sentándose cada una a un lado de él todo el viaje, aunque odiaba la razón detrás de tal bendición.

La mujer caballero finalmente reveló su nombre luego de que cayó la noche. Sus demandas de acelerar el paso fueron recibidas con la sensible petición de revelarles la identidad de todos quienes interrumpían el viaje del dueño de su vehículo.

Probablemente pensando que al hacerlo se incrementaría la velocidad de la bestia, reveló que su nombre era Claire, y que la persona a quien escoltaba era Lady Iris. No hubo ninguna mención de una casa noble, sin embargo, y la única explicación que dieron fue que su joven señora estaba viajando de incógnita para evitar que gente inescrupulosa fuese a ponerle las manos encima.

Los soldados, Wedge y Biggs, secundaban a Claire en mencionar cómo a menudo los nobles menores buscaban ganar favores de su joven señora cuando se revelaba su casa, y lo poco sinceros que podían ser los oficiales cuando escuchaban cuál era su verdadera posición.

Recordando cómo Darkness prefería ocultar su identidad real, Izuku decidió no inquirir más en el asunto. Pese a eso, Claire no dejó de demandar que acelerara la carreta, al menos hasta que se dio cuenta que la noche ya había caído, y que la bestia no se había detenido ni una vez, ni siquiera para descansar como normalmente lo haría un caballo.

Cesó totalmente sus demandas al reconocer a la bestia, y el miedo muy real de la posibilidad de ser aplastada bajo los cascos de un furioso Behemot se enraizó bastante profundo en su mente.

– Hmmm~ hmm~ hmmmm~...

Posada sobre una de las astas del Behemot, Chika tarareaba una tonada ininteligible. Moviendo las plumas de su cola al ritmo sin sentido, daba una imagen bastante adorable para el Archidruida verde y su grupo. Le hacía sentirse exaltado, el ser responsable de cierto nivel de felicidad para alguien que había sufrido tanto hasta hacía poco tiempo...

– ¿Por qué conserva a ese demonio? – Biggs, el más grande y gordo de los dos soldados, hablaba en un tono que apenas se molestaba en bajar. – Las Harpías Salvajes son las peores.

Bendecido con el corazón de un héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora