Capítulo 3: Hambre y gula.

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El señor Hamilton halaba de los cabellos a Elizabeth, estaba alterado. Ella gritaba y se agarraba la cabeza, sentía que iba a perder el cuero cabelludo. Gritaba por auxilio, pero estaba en el sub sótano secreto. ¿Quién iba a escucharla?

- ¡¿Cómo se te ocurre?! HABLAR DE TU MADRE. 

- ¡Lo siento! ¡Por favor, tenga clemencia!

La arrastró y le apretó el cuello, ella estaba contra la pared tratando de soportar un rato de tortura, no respirar...

- ¿Quieres saber de tu estúpida madre?

- Sí- susurró Lizzie.

- Ella nunca te quiso. No le importas. No le importas a nadie en el mundo. Estás sola. ¿Entiendes? Solo me tienes a mí, nadie te querrá tanto como yo. Y eres muy valiosa, cielo.

Cuándo Lizzie ya no podía seguir, y casi perdía el conocimiento, el raptor le soltó el cuello, ella caía, y el la sostuvo en sus brazos y la abrazó. Aquél hombre se volvió dulce y melancólico.

- Mi niña. Eres mi campeona de ajedrez. Te necesito tanto... Y pensar que en unos años podría vivir sin ti. No te preocupes ni te tortures más por la entrevista. Papá lo va a arreglar.

Lizzie correspondió el abrazo casi desmayada.

- ¿Es cierto? - lloró la pobre.

- ¿Qué cosa, cielo?

- Que mi madre nunca me quiso.

- Tu existencia la hacía muy infeliz. Le amargaba la vida. Era un ser lleno de odio. Deprimida y repugnante. No te valoraba. No te deseó nunca.

- Entonces- susurró Lizzie con la voz entrecortada - Todo lo que recuerdo de ella... los abrazos... La comida...

- Ese fui yo. Estás confundida mi amor. ¿Hueles eso?

Había un olor delicioso arriba. Lizzie quería comer.

- Es pizza. Pedí pizza para ti y para Daniel.

Arriba, los tres comían pizza. Tenían pepperoni, anchoas, champiñones, aceitunas, maíz, salchichón, jamón serrano, chorizo, queso crema... Los dos comían con mucha hambre. Estaban deliciosas las pizzas. Eran gruesas, bien rellenas de salsa de calidad. También bebían refrescos deliciosos.

- No les doy licor porque no son mayores de edad.

Y el señor Hamilton soltó una carcajada. Los dos chicos reían, se veían muy contentos. Si cualquiera los hubiera visto, pudiera haber pensado que eran una familia real. 

- Qué bueno es usted. - dijo Elizabeth.

- Gracias por la comida. Está muy buena.- añadió Daniel.

- Esperen, hay postre. Un brownie.

El señor Hamilton abrió una caja. Tenía una torta de chocolate, con mucho chocolate derretido, más una lluvia de chispas de chocolate.

- ¡Gracias! ¡Se ha pasado de bondadoso con nosotros hoy, señor...padre!- exclamó Lizzie.

- ¿Puedo picarlo entre tres? - preguntó Daniel.

- Un momento, chicos.- Dijo el hombre cerrando la caja - Solo hay postre para quien se termine su comida.

Lizzie y Daniel miraban la enorme mesa. El señor Hamilton había comprado decenas de cajas de pizza.

- Cómanse las pizzas.

- Esas pizzas son más grandes que nosotros, señor.- dijo Elizabeth.

- Podríamos comer unos pedazos más y dejar espacio para el postre, pero no podemos comernos todo eso- comentó Daniel.

Juego de Ajedrez - Isabel Bazó [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora