Capítulo 8: Delirio y Locura.

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Entonces comenzó a llover.  Elizabeth sabía que eso significaba que tenía que refugiarse, de lo contrario la lluvia se llevaría su maquillaje. Lizzie iba a hacerlo, pero Joshua la tomó de las manos con fuerza.

- Lizzie, no te vayas, necesito dedicarte un poema.

- ¡Ahora no, déjame!

- ¡Este es el momento perfecto para hablar a fondo sobre mis sentimientos!

- ¡Que me sueltes, pesado!

Joshua tomó a Lizzie por los brazós para que no se fuera. La reacción de Lizzie fue darle una patada en la enterpierna, esto lo dejó privado en dolor y ella salió corriendo a refugiarse bajo un árbol. Su maquillaje caído empezaba a notarse, cosa que la preocupaba.

Por si fuera poco, al tiempo de estar bajo el árbol, este ya no soportaba el peso del agua que llevaba retenida sobre sus ramas y hojas, y el montón de agua cayó y empapó a la pobre Lizzie. Ahora sus heridas eran visibles, el agua había lavado la base de maquillaje y las capas de polvos que Lake le había aplicado a Lizzie. Ella no sabía qué hacer. Daniel corría hacia ella junto con Daniela Haverwood. Daniela vio el estado de Elizabeth, se llevó las manos a la boca, una expresión de horror se dibujaba en su rostro.

- ¡Elizabeth! ¿Que- qué te pasó?

Lizzie no sabía que responder.

- ¿¡Quién te hizo esto?!

- No sé de qué hablas.- tartamudeó Lizzie.

Daniela tomó su brazo y vio los moretones de todos los colores.

- Pobrecita... ¡Fue ese señor! ¿Verdad? Te maltratan en casa.

- No...

- Tu padre es un abusivo.

- ¡No! Él nunca me haría daño.

- ¿Entonces cómo explicas este nivel de mutilación? Voy a llamar a la policía.

Daniela se giró y miró a Daniel. También tenía moretones en los brazos.

- Esto es increíble. Pediré ayuda. ¿¡Quién tuvo la cruel idea de cubrirlos con maquillaje?!

El auto del señor Hamilton se estacionó cerca. Daniela Haverwood se quedó petrificada al ver al señor Hamilton que se bajaba del auto con un paraguas. Él llegó hacia dónde estaban los tres y no supo qué decir. Daniela lo miraba con desprecio. Él se dio cuenta.

- Esta lluvia puede resfriarlos. - susurró el señor Hamilton.

- Hay cosas peores que la lluvia. - dijo Haverwood con firmeza.

El señor Hamilton se dio cuenta de que Haverwood sabía demasiado. Se llevó a sus dos secuestrados y planeó algo terrible. En casa, sacó su libreta y empezó a dibujar algo, hacer anotaciones, algo muy maquiavélico estaba tramando.

Elizabeth quedó encerrada en su habitación, la lluvia la había puesto mal. Cogió un resfriado que se convirtió en fiebre. Su frente ardía cómo nunca. Jamás había cogido una peste en su vida, o al menos no como aquella. Estaba tan mal que comenzó a delirar.

- Daniel... Daniel...

- Tranquila, Lizzie - decía Daniel.

- Ya me voy a morir.

- Es posible.

- Daniel, quiero que huyas.

- No me voy a ir sin tí.

- Daniel si supieras...

- ¿Qué?

- Hice un trato con el señor Hamilton.

- ¿Qué tú qué?

- Si yo ganaba tú te ibas. 

- ¿Estás loca? Dijiste que no me estabas ocultando nada.

- Mentí. Perdóname.

- Jamás te perdonaré por una mentira cómo esa. Te detesto.

- ¿Me odias?

- ¿Y cómo no odiarte? Eres el peor ser que pueda existir en todo el planeta. Mereces todo lo malo que te está pasando. Cuándo te dije para que nos fuéramos fuiste una idiota. Me das asco.

Pero él no estaba con ella para cuidarla. Sin embargo, ella alucinaba y se apoyaba en un Daniel imaginario, y ahora sus imaginarias palabras que recibió le dolían más que nunca. Entró Vannessa Lake con medicamentos. Le dio un jarabe a Lizzie. Le colocó compresas de pañitos mojados en agua fría en la cabeza, le suplicó que se acostara. La dejó un momento sola en el cuarto con la puerta abierta para buscar una pastilla que la pudiera calmar. Elizabeth al ver la puerta abierta y estando en aquél estado mental, salió de allí. Salió de la cabaña. El señor Hamilton no estaba en la casa. A ella nada parecía importarle. Corrió lejos.

Pasaron las horas. Ella había recorrido la ciudad sin rumbo. La gente se asustaba al verla. Creían que era una loca cualquiera. Encontró a una multitud que gritaba. Alguien había muerto. Lizzie se dio cuenta de que estaba en el parque, el cual se encontraba cerca de la casa de Daniela Haverwood. Ella se asustó, al acercarse, resultó ser que yacía en el suelo el cadáver de Daniela. La había atacado un enjambre de abejas furiosas. Lizzie gritó. Se desmayó.

Lizzie despertó en el subsótano con Daniel. Era domingo 3 de Julio. Ya se le había pasado la fiebre.

- ¿Qué ha pasado?

- Lizzie, estuviste delirando por una fiebre.

- ¿Puede la fiebre ocasionar delirios? - y tosió un poco.

- Así es. Te escapaste de la casa. Llegaste muy lejos.

- Vi a Daniela muerta.

- El señor Hamilton me dijo que la picaron las abejas.

- ¿Pero cómo?

- ¿Qué quieres decir?

- Ella no ataca a las abejas así no más, lo sé, es muy inteligente para estar con eso.

- ¿Insinúas que algo no te cuadra en la historia?

- Insinúo que el señor Harvey Hamilton tiene algo que ver con esto. No tengo pruebas pero dudas tampoco.

Harvey Hamilton reía en la sala de la casa mientras bebía una botella de alcohol con su novia.

- ¿Puedes creerlo? Diseñé un perfume inoloro que hace que las abejas ataquen.

- ¿Cómo supiste hacerlo?

- Soy ingeniero químico. Vacié la sustancia en la puerta de la casa de Haverwood. 

- ¿Cómo sabías dónde vive?

- Soy bueno espiando. No es tan difícil. Cuándo creen que te vás, te tardas, te das una vuelta y sigues a tu víctima. Imagino que después de salir de su casa, que seguramente salió para acusarme con la policía, se encontró con una banda de abejas que la persiguieron por todo el trayecto.

Hamilton le mostró su cuaderno a su novia.

- ¿Fórmulas químicas? ¿Enlaces? ¿Tú crees que yo entiendo de eso?

- Se que no entiendes nada, cariño. Por eso me encanta presumirlo, porque sé que sé mucho más que las demás personas.

Y soltó una desagradable carcajada.

Nadie sospecharía del señor Hamilton. Y eso le complacía enormemente.

Juego de Ajedrez - Isabel Bazó [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora