Capítulo 12: Baile lento.

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Tan cerca, pero tan lejos... Si Elizabeth / Anya hubiera mirado a los ojos a su madre en el momento en que estaban en la misma librería, de seguro la hubiera reconocido. Hubiera corrido a abrazarla y gritar "MAMÁ, MAMÁ". Hubiera rogado que la salvara, y no habría hecho falta que suplicara dos veces. Su madre hubiera acogido a su hija perdida, denunciado a ese tipo, y él estaría tras las rejas. Madre e hija estarían viviendo juntas, libres, a salvo, un final feliz.

Pero las cosas no resultaron así. Elizabeth soñaba con esta posibilidad. Se castigaba a ella misma, se culpaba por no poder haber tenido su final feliz. Ella habría acogido a Daniel...

Pobre Daniel. No tenía una familia que lo amara. Sus padres solo lo golpeaban. Lo insultaban.

En la noche, en el subsótano secreto, Daniel no podía dormir. Lizzie de pronto despertó gimiendo, sobresaltada del susto. Presa del pánico hiperventilaba.

- Lizzie - Daniel se acercó a ella. - ¿Estás bien?

- Daniel... - dijo Lizzie agitada. - tuve ese sueño otra vez.

Daniel le dio un abrazo.

- Tranquila. Solo fue una pesadilla.

- El señor Hamilton te mataba...

- Estamos vivos...

- Pero esta vez en el sueño yo estaba viva. Tú morías y yo me quedaba sola... Soy egoísta, porque no quiero perderte. Quiero que siempre estés conmigo. Pero estoy tan asustada.

- Shhh... No tengas miedo.

- Daniel, ¿tu madre nunca te amó?

- A mis padres nunca les importé. Mi padre ebrio me golpeaba solo porque estaba el día soleado o nublado. Decía que al nacer le arruiné la vida. Mi mamá decía que yo era un error. Que nunca me deseó y que me tuvo por que no le quedó otra opción. A veces deseo no haber nacido. Yo jamás pedí ser la infelicidad de alguien.

- Daniel, no desees eso. No eres un error. No tienes la culpa de que tus padres no decidieran amarte. Eres único e irrepetible. Y vales mucho.

- Si yo no hubiera existido no estaría encerrado en un subsótano.

- Si no hubieras existido...cuándo yo tuve 5 años y cogí el tablero de Ajedrez, ¿quién hubiera jugado contra mí? Nadie. Y no puedo jugar sola. ¿Qué crees que hubieran hecho conmigo? Probablemente venderme como esclava. Quizá habría acabado en un burdel. Quizá mis órganos estarían fuera de mi cuerpo y yo estuviera muerta. Tú me salvaste, Daniel. Y yo siempre voy a estar agradecida de tenerte en mi vida.

Daniel comenzó a llorar. Lizzie lo abrazó tiernamente. Lo consolaba. Acariciaba su cabello negro. Miraba sus ojos verdes brillando como estrellas aún cuándo estaban llorando.

Daniel dejó de llorar y correspondió el abrazo.

- Qué feliz y afortunado soy de estar atrapado junto a alguien cómo tú. - dijo Daniel.

Arriba, el señor Hamilton encendió un aparato. Empezó a sonar música hermosa. En la década de los cincuenta, la música era melodiosa y tocaba los corazones con la capacidad de hacerte caer en un sentimiento romántico. La segunda guerra mundial había sido tan trágica y horrible, pero cuando se terminó y pocos hombres volvieron con sus mujeres, los que tenían todavía piernas bailaban después de tanto, tanto tiempo.

Lizzie y Daniel se levantaron. Oían la música. Daniel colocó su mano en la espalda de Lizzie, aunque lo hacía cuidadosamente, a Lizzie le dolía pero no le importaba, solo quería bailar. Ella puso su mano en su hombro. Las manos restantes se entrelazaron. Los dos bailaban lentamente. Estaba lloviendo fuera. En la oscuridad del subsótano con apenas una lámpara pequeña encendida, Daniel y Lizzie sentían la verdadera felicidad. Tanto sufrimiento y dolor no eran ajenos a ellos, pero ellos tenían unos corazones tan grandes y nobles, una pureza e inocencia tan especial, y estaban tan llevados por el más sincero amor, que sencillamente, sin aparente razón, eran seres felices.

Todos queremos ser felices. No hay un humano en la tierra que no lo desee. Incluso la persona más mala, el mismísimo Adolf Hitler tanto como el mismo malvado señor Hamilton querían ser felices. Pero la felicidad está en el amar.

Y a veces bailar y cantar es necesario.

Después de la velada, los dos despertaron para ser arreglados por Vanessa Lake. Ahora iban a tomar un vuelo. No sabían a dónde.

Lizzie llevaba peluca color negra, le recordaba a Daniela Haverwood. Unos lentes de sol inmensos tapaban sus ojos marrones. Una chaqueta grande la hacía ver más corpulenta. Sus labios estaban pintados de rojo intenso, maquillados con 7 labiales diferentes para verse más voluminosos. Iban al aeropuerto en la madrugada. Lizzie miraba a todos lados, con la esperanza de encontrarse con su madre. El señor Hamilton asignó a sus muchachos bajo la vigilancia de Lake, que les compraba dulces en una tienda del aeropuerto. Mientras tanto, Hamilton hacía la fila para el papeleo.

Una señora regordeta atendía en la fila. Hamilton tuvo su turno. Le dejó los pasajes.

- ¿Vanessa Lake? Debe de ser un error. Usted solo pagó 3 boletos.

- ¿Qué?

- Solo hay tres boletos.

- Imposible, debieron de robarme el otro...

- Mire, voy a llamar a alguien que lo puede ayudar. ¡Señora Duran!

Llegó Saoirse. Hamilton se asustó. Era otra vez aquella mujer. Él evitó verle la cara.

- ¿Qué pasa, cuál es el problema?

- Disculpe un momento, necesito hablar con mi mujer.

Hamilton se bajó el sombrero y caminó hacia Vanessa.

- Perdí tu boleto.

-¿Qué?

- Voy a tener que dejarte.

- No serás capaz - dijo Lake mirando furiosa al señor Hamilton.

- Tengo que irme, luego volveré por ti.

- Si me dejas, voy a llamar a la policía y te delataré. Todos tus crímenes quedarán expuestos.

- Vale, vale...

Hamilton fue a extorsionar a la señora Saoirse. Le ofreció diez mil euros a cambio de que los hiciera pasar.

- No piense que soy una persona de bien. Soy igual de mala y tramposa que usted. Pero quisiera saber por qué tiene tanto alboroto por ir a Japón...y por qué no me mira a la cara.

Hamilton se reservó y empezó a sacar los billetes.

- Míreme a la cara.- dijo Saoirse muy seria.

Hamilton no la miraba. Saoirse perdió la paciencia y le quitó el sombrero. El señor alzó la cabeza y ella reconoció a aquel hombre. Era el que estaba con la chica de pelo cobrizo.

Juego de Ajedrez - Isabel Bazó [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora