Capítulo 16: La pequeña Japonesa.

1 0 0
                                    

Lizzie se había guardado la carta para sí misma. Se preguntaba si lo que había escrito en ella era verídico. Al señor Hamilton de seguro le habría parecido pura tontería.

Lunes 8 de agosto de 1955. Para Lizzie no había muchas cosas nuevas que contar. Golpizas, juegos, torneos, castigos, manipulación, vigilancia... Había competido contra Isabel Lander en varias ocasiones. Lizzie sentía todo muy familiar, pero a la vez tan ajeno por la situación... Si bien de pequeña recordaba estar afligida, ahora su pena era mayor, porque su vida se repetiría para siempre. Era cómo un bucle temporal. Vivir el infierno día tras día. Mientras estos pensamientos invadían su mente, iban volando, pensaba ella que para francia. Ella ya había estado allí. Lo cierto es que el viaje se hizo mucho más largo, y el martes llegaron a Japón. Lizzie no pensó que llegaría a tal lugar. ¿Por qué rayos estaban en Japón? Habían ido hacía ya unos seis años, para competir en las Olimpiadas, pero no era fecha de Olimpiadas de Ajedrez...

Estuvieron encerrados una semana en un sótano decorado con cosas de la cultura asiática. Comieron arroz, pescado, más y más arroz... Ya estaban hartos. Además que el poco pescado que tenían estaba crudo. El señor Hamilton tenía asuntos de negocio. No había ajedrez por toda esta semana, ni luz del sol. Lizzie no quería pensar en qué desastres estaría trabajando el señor Hamilton. Finalmente, alguien abrió la puerta del sótano. Hamilton llegaba con una niña japonesa pequeñita. Blanca, de cabello negro liso. Lizzie miró a Hamilton con rabia. No sabía cómo reaccionar.

- Tengo que decirles algo, chicos- soltó Hamilton. - Esta es Saki Fyuji. Es una pequeña japonesita de seis años cuya madre acaba de morir. La ha dejado a mi cargo. Y por ley debo hacerme responsable de cuidarla.

- ¿Es hija suya? - Preguntó Daniel.

Hubo un silencio incómodo. Lizzie soltó una risa de rabia hipócrita.

- ¿Qué edad tenía su madre?

Hubo otro silencio.

- Pregunto porque no me sorprende que haya sido una niña de dieci...

El señor Hamilton corrió a golpear a Lizzie. Lizzie gritó.

- ¡Es inútil! ¡Esta niña no entiende nuestro idioma! - dijo llorando.

- Cómo adivinarán...las leyes del juego se ven afectadas.

- No habrá sido capaz de cambiarlas, Hamilton.

- No las he cambiado. Cuándo todos mis hijos tengan la mayoría de edad solo el que haya ganado más dinero en campeonatos podrá ser libre. Ustedes tres son mis hijos.

- Pero ella tiene seis. Eso significa que esperaremos más años, ¿esperaremos hasta que tenga dieciocho?- preguntó Daniel.

- Tendremos más de treinta años...- gruñó Lizzie.

- Las reglas no han cambiado. Espero que le hayan dejado arroz a su nueva hermana. Empiecen a enseñarle idiomas, yo estoy ocupado.

El señor Hamilton cerró la puerta y los dejó con la niña.

Saki Fyuji estaba muy triste. Ahora se llamaría Saki Hamilton.

- ¿Y ahora qué haremos? - preguntaba Daniel.

- Lo de siempre. - respondió Lizzie.

- ¿A qué te refieres con eso, Lizzie?

- Vamos a seguir. Ya qué.

- ¿Te das cuenta de que no saldremos de aquí?

- Sí ya sé. Pero...

- ¿Pero qué? No estás reaccionando Lizzie.

- No sé cómo reaccionar y no me llames Lizzie. Ese ni siquiera es mi nombre.

- ¿Cómo te llamo entonces?

- No sé. Ya no quiero saber nada. Me quiero morir.

- Pero esto no puede ser. ¿Se terminó todo?

- Claro que no, tonto. En un montón de años podrá irse uno de los 3.

- Lizzie. No te hagas la tonta. Hamilton está jugando sucio.

- No soy ciega. Para cuándo pasen los años y esta china tenga 18 ya Hamilton se habrá inventado otra maniobra para que nadie salga.

- No podemos quedarnos de brazos cruzados al respecto.

- Ahora somos tres. Somos responsables de cuidar a una niña.

- Esta niña no es nuestra.

- ¿De quién es entonces? No pertenecemos a Hamilton. Ninguno de nosotros. Vamos a tratar de darle la mejor infancia posible a Saki.

- ¿Y qué podemos darle? No tenemos nada. Claro está que pertenecemos a Hamilton. Hemos sido reducidos a objetos. Yo no siento que seamos personas. Tú ibas a ser libre. Todo se vino abajo.

- ¿Qué? - balbuceó Lizzie contrariada.

- Hice un trato con el señor Hamilton. Si yo ganaba tú te irías.

- No...eso no puede ser posible... Yo había hecho eso. ¿Cómo pudo ser? ¿Cuándo hiciste ese pacto con el diablo?

- Fue cuándo nos separaron. Temía que Hamilton te estaba torturando. Pues a mí me dejaron solo con comida en el sótano.

- No me estaba torturando. Yo pensé igual, es decir, yo creí que te estaba haciendo daño... Hice ese pacto también. Pero no pensé jamás que estuvieras haciendo lo mismo. Dijiste que no me habías ocultado nada.

- Pero tú también mentiste.

- Somos unos perfectos hipócritas. Y unos tontos. Pero me duele mucho que Hamilton haya accedido y nos hubiera engañado. Nos tendió una trampa. Nos convirtió en piezas de su sucio juego.

- No debería sorprendernos. Es más, ya deberíamos de tener claro que Hamilton siempre se sale con la suya.

- Por esa misma razón no sé que hacer. No sé qué es lo que se viene. Qué calamidades nos tocará vivir. Cuándo pienso que hay esperanza la esperanza se derrumba. Y cuándo creo que ya nada puede ser peor termina empeorando más. No puedo darme el lujo de soñar, inspirarme... La ilusión termina siendo sólo eso.

Elizabeth y Daniel se miraron a los ojos. Sufrían un gran dolor. Habían deseado salvarse el uno al otro, y los planes se habían venido hacia abajo.


Pasó el tiempo. Ya era Noviembre. Estaban todos en Estados Unidos. El señor Hamilton ponía por primera vez en la casa un árbol de Navidad. Elizabeth no le veía sentido a dicha celebración. El subsótano estaba decorado, había luces por todas partes, y al mismo tiempo era el lugar más oscuro y horripilante y oscuro. Lizzie miraba la silla de tortura con ira. Ahora Saki estaba jugando en la silla, brincaba en ella. Lizzie pudo calmar su ira al ver a la niña reír en la silla. Ahora al menos tenían tanto Lizzie como Daniel un nuevo propósito. Cuidar bien de una pequeña.

Juego de Ajedrez - Isabel Bazó [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora