Es curioso como en esa parte la piel se vuelve un tanto oscura, pero abres un poco los labios y aparece nuevamente el rosado en contraste con lo ensombrecido. Y el transparente fluido lubricante no cesa de salir ante mi mirada atenta y encendida.
Ella solo atina a separar aún más las piernas, como invitándome a saciar mi hambre de sexo de hace tiempo. Se muy bien que es un reflejo de la impaciencia que la posee, pues quiere sentir el alivio de su intimidad. De vez en cuando alza la cabeza mirando con ojos extraviados y urgentes hacia donde estoy yo: ubicada justo al medio de la tentación.
Creo que hemos esperado demasiado por confesarnos la atracción de la una hacia la otra; es más, no hubo necesidad de palabras para saber que esta noche sería el fin del anonimato y el comienzo de esta tormenta de sensaciones.
Jamás creí llegar a este punto: el de amar a una mujer sin que me gusten las mujeres. Pero ella es todo: es mi espejo, es mi karma, es mi perdón y mis ganas de penetrar su mente con la mía; de hacerle el amor a su espíritu clamando con voz ahogada el nombre de su alma.
Y voy por más. He llegado a la entrada de su vulva latente y pecaminosa, acariciando con timidez cada pliegue de esa maravilla. Siento un gemido nacer en el borde de sus labios, y ese es el permiso para entrometer con descaro la falange mayor. Se arquea como la curva de un arpa. Es que ella toda es música, obra de arte... es otro ser. Y yo me dejo llevar por ese concierto de sonidos mojados y resbaladizos, cada vez que saco e introduzco el dígito.
Cierra sus ojos, entre forzados y soñadores; aprieta con fuerza las sábanas.
Mi boca entra en este juego. Comienza a besar los límites de ese pudor y de la cordura. Mi lengua desesperada y torpe ante la primera experiencia recorre el filo de ese sexo tan ansiado, volviéndose impiadosa ante el clítoris erecto, sensible y estupefacto.
Y ella es como el oleaje en la rompiente: embiste y se rompe en las rocas y se retirar tomando coraje para volver a golpear, buscando con insana pasión llegar al nirvana del deseo, dejando atrás el tabú y la vergüenza para darle la bienvenida al amor.
Muchas veces me sentí vacía cuando intentaba tener sexo con un hombre... muchas veces pensé que era mi culpa y que estaba rota... Pero ahora se, a ciencia cierta, que siempre me mantuve incólume y en una sola pieza... que el vacío nunca existió porque siempre estuve llena de ella: de sus pechos redondamente turgentes, de sus líneas corporales perfectamente delineadas.
Y amo a esta mujer por sobre todas las cosas... y la amo más justo antes del momento en el que estallará pues, con voz rasposa y melosa me dice: "no... no... ¡allí! ¡es allí!", dándome la orden para aumentar el ritmo de las lamidas y las penetraciones; llegando al final de esta carrera con un grito de guerra que anuncia el orgasmo impregnado de violentos espasmos y repentinos mecimientos de mi cabellera.
Yo solo sonrio ante esta maravilla. Me siento plena sabiendo que soy la causante de su primer pero no último orgasmo.
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Eratos
Short StoryRelatos que dejan volar la imaginación un poco íntima. Espero les guste