Capítulo 3.- Morgul

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Daga notó como las fibras de aquel saco se rasgaban rápidamente al filo de un cuchillo. Notaba como su piel humana recibía una luz intensa y atronadora de unas antorchas.

Notó como dos figuras de un olor putrefacto le alzaban y colocaban un antifaz y una mordaza para que ella no viese donde estaban. Caminaron por un largo camino, arrastrando los pies de la enana atados con una cuerda muy áspera que le dañaba los tobillos. Después de unos veinte minutos más o menos caminando, soltaron a la enana quitándole el antifaz y la mordaza, dando a ver una figura blanca en aquellas paredes oscuras...

Los ojos de Daga se abrieron rápidamente al ver con quien se había encontrado esta vez, la barba blanca, los ojos hundidos en una oscuridad, el bastón blanco y esos dientes desaliñados, era Saruman.

-Veo que mi hechizo ha surgido efecto... Y supongo que seguirá haciéndolo.-Dijo con una voz oscura y onda que se caló en los huesos de la enana, haciéndole temblar de miedo.-Ahora trabajarás para mi, y ni si quiera te darás cuenta pequeña.

-Nunca pensé que un mago tan poderoso caería en las manos de la oscuridad, has caído en lo mas bajo Saruman.-Dijo intentando guardar la pose seria ante él, esa pose que había heredado de su padre.

-Me alegra ver que tu corta mente no se diese cuenta de mis planes cuando nos vimos la última vez.-Lanzó una risa perversa mientras dos orcos se la volvían a llevar a una mazmorra, poniéndole grilletes en manos y pies.

Mientras, el silencio cortaba todas las tensiones entre Jon, Bilbo, Legolas, Lya y Gandalf, los cuales estaban muy preocupados por su amiga, unos sin saber lo que estaba pasando y otros temiendo por la vida de la pequeña enana sabiendo donde estaba en esos momentos.

-Seguro que pronto estará aquí, dándonos una sorpresa.-Dijo Lya intentando dar ánimos a todos.-Como siempre hizo, aparecer en el momento menos oportuno, salvarnos a todos.

-Lya...-Estas palabras bastaron para callar a la elfa. El mago prosiguió hablando.-Las falsas esperanzas atraen al dolor más poderoso ¿En tu reino no te enseñaron eso?.-Su voz era demasiado fría, estaba muy paralizado, con la mirada perdida, y se levantó empezando a caminar.

Todos se levantaron tras él para seguirlo y ver a donde se encaminaba el gran mago, con una vaga ilusión de encontrar a su pequeña amiga al girar cualquier esquina de aquellos caminos, pero el mago se giró mirándoles con una fulminante y triste mirada.

-Aquel que me siga sufrirá las consecuencias.-Dijo mientras se agarraba a su bastón.-Tal vez haya donde vaya habrán trampas que acabarían con vuestra vida fácilmente, así que seguid vuestras misiones y no seáis insensatos.

-¡¡Yo no volveré a Bolsón Cerrado sin que Daga me acompañe!!.-Cortó el silencio el pequeño mediano, haciéndose notar esta vez.-¡Me prometió que tomaría un té de la tarde en mi casa, contemplaríamos las estrellas y a la noche partiría de nuevo! Y no voy a dejar que su promesa falle porque me han indicado ser un cobarde y quedarme de brazos cruzados.-Bilbo avanzó hasta el mago.-Tu mismo me trajiste a esta misión para ir a Erebor, y me obligaste a salir de mi casa. Gracias a eso fui más valiente, y ¿Ahora pretendes que cambie de parecer? ¿Ahora quieres que sea un cobarde? ¡Esta muy equivocado señor Gandalf! ¡No voy a abandonar a la Princesa de Durin! ¡No voy a dejar que ella muera aunque la vida acabe salvandole!.-Gritó intentando avanzar, pero el mago le lanzó con una pequeña onda lejos de él y se encamino rápido hacia donde Daga se encontraba para salvarla el mismo.

Jon agarró a Bilbo comprendiendo la situación, y entre todos decidieron buscar un camino que les llevase a un lugar más seguro, y pensar a donde se podía haber ido el mago a rescatar a Daga para adelantarlo y poder salvarla con éxito.

Los cuatro entraron en la Ciudad del Lago buscando una posada, donde allí se instalaron y esperaron en una mesa donde un muchacho, no muy alto de un pelo moreno oscuro y corto con una poca barba y una poca perilla se acercó a su mesa tímido.

-¿Sois parte de la compañía de Durin?*Preguntó mientras miraba a todos.

-Sí, somos parte de aquella compañía.-Le respondió Lya mientras le miraba a los ojos.-¿Quienes sois vos?

-Mi nombre es Alexander, Me llaman Alex el Bravo.

-Encantados.-Dijeron todos a la ve mientras miraban al muchacho.

-Dime, Alex el Bravo.-Comentó Legolas.-¿Porque preguntaste?.-Sus ojos se quedaron atentos a él, intentando averiguar sus intenciones.

-Vengo en busca de la Princesa, quiero jurarle Lealtad. Azog el profanador acabó con mis padres, al igual que lo hizo con los suyos, y quiero cobrar mi venganza en sus filas.

Todos miraron a la mesa para luego encontrarse todos en una sola mirada, averiguando los pensamientos de cada uno. ¿Como iban a comentarle que la Princesa había desaparecido?¿Como contarle que seguramente había muerto? No sabían como decirle esas palabras al muchacho de la mirada brillant, ilusionado por unirse a las filas de Durin y vengar a sus padres luchando contra todo orco.

-La princesa... La princesa fue atacada y secuestrada.-Comentó Bilbo con la voz totalmente rota.

-No piensen ni busquen más.-Dijo Alex dejando su espada en la mesa.-Me ofrezco a vuestro servicio, para encontrar a la Princesa lo antes posible. Todo lo que necesitéis esta a vuestro servicio.-Dijo para después brindarles una reverencia

-¿Tenéis corceles?.-Preguntó Legolas.

-Si.

-¿Suficientes para todos?

-Más que suficientes.

-Bienvenido Alex el Bravo

La Princesa bajo la Montaña ~ OʟᴠɪᴅᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora