Capítulo 9.-Gandalf

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-Daga, tu debes acabar con este anillo antes de que Saruman lo tenga en sus manos.-Dijo el mago con una voz seria y temblorosa, por el peligro que iba a tomar aquella misión, a la que había enviado a una de las mejores personas que había conocido.

El silencio inundó todo. Nadie era capaz de decir una misera palabra, todos sentían como el sudor de Daga al escuchar esas palabras tan dolorosas que habían abierto una herida en su mente. La enana cogió aire y se giró mirando al cielo, en esos momentos sabía que estaba sola, pero aún así debía de seguir el ejemplo de su padre, el logró reunir a un ejercito cuando su padre y su abuelo habían desaparecido. ¿Ella podría salvar el mundo sola? Tal vez estaba fantaseando un poco, pero era algo que tendría que hacer, se estaba viendo obligada a contestar. Apretó el anillo y volvió la mirada hacia el mago.

-Lo haré, no solo por todo el mundo que habita esta tierra, si no en memoria de mi padre. El llegó alto, muy alto, y yo pienso seguir ese ascenso hasta llegar a la misma gloria.

Gandalf sonrió impresionado por esas palabras, debía apresurarse a llegar a Rivendell, donde le esperaban varios de los mejores magos que podrían haber en toda la Tierra Media, Elrond, Galadriel y Radagast, que se reunirían con el pequeño Linaje formado por las bastas montañas de Erebor, los grandes arboles de El Bosque Negro, los verdes prados de La comarca, los lujosos pasillos de Isengard y los valles de Rohan, ese linaje que era liderado por una reina perdida.

-Debereís partir hacia Rivendell, allí os esperan para llevar el anillo a donde se creó para acabar con la existencia de esa maldad en forma de aro.-Comentó Gandalf, y antes de que pudiera seguir, Lya le cortó.

-Antes de que cometas una de tus locuras, deberías saber que nunca vas a estar sola.-Dijo Lya acercándose a ella.-¿No crees que es hora de demostrar que los elfos y los enanos no somos diferentes?.-Su sonrisa cautivó a Daga, la cual se sentía sola y fría por dentro, además de rota, lo que hizo que ella se abrazase, y se uniesen en un tierno y conmovedor abrazo que hizo recomponerse a la enana.

-Gracias Lya, no se que habría hecho sin ti, te debo más de una.-Dijo la enana, sacando una de sus mejores sonrisas.

-¿Crees que yo también te dejaría sola?.-Comentó Bilbo acercándose a ella.-¿Crees que yo no te acompañaría?

Daga no tubo más palabras así que le abrazó mientras él podía notar como aquellos brazos se asemejaban a los de su padre, lo cual le hizo soltar unas pocas lágrimas.

-Cada día te pareces más a tu padre, y no dudo que podrás llegar mucho más alto que él.

-No digas tonterias.-Dijo acariciando el suave pelo del Hobbit.-Y supongo que Alex, dastan y Gandalf vendréis conmigo.

-No.-Dijo la voz del Mago rompiendo algo de alegría de la enana.-Yo apenas podré acompañarla, no creo que llegue hasta Rivendell mi Lady

-Gandalf el Gris como vuelvas a llamarme Lady te juro que aprenderás que soy enana y que tengo mucho parecido con mi padre.-Dijo seria, a lo cual el mago rió.

-Me gusta verte enfadada y que sigues en tu sitio, más en un momento como este.

-¿Así que esto es una despedida?

-Me temo que sí, tanto para ti como para todos aquí presentes.

-¿Te volveré a ver?

-Ni lo dudes

La enana no pudo evitar sonreír entre el mar de lágrimas que se le habían creado en un momento, así que le abrazó y escondió la cabeza en su capa, dejando escapar unas pocas lágrimas que fueron consoladas por varias caricias del mago.

Los demás se despidieron de su viejo amigo mientras este junto a su bastón y su gorro emprendía un largo viaje a donde nadie sabía donde iba a llegar, pero todos sabían que él era uno de los mejores magos que podría haber.

La Princesa bajo la Montaña ~ OʟᴠɪᴅᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora