Capítulo 7.-Oscuridad.

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Un lugar frío, donde nunca se puede sentir algo, puede ser el mismo infierno, pero algo más cambiado debido a sus leyendas. Frío, solo frío era lo que sentía Daga en aquella habitación oscura en la cual se podían escuchar murmureos que lentamente desaparecían en la nada, dejando todo en silencio.

En una nube, una nube muy cómoda estaba ella, como si flotase en la nada, apenas podía moverse, apenas tenia ganas de luchar, algo le quemaba el lomo, todo era demasiado extraño para ella, hasta que una pregunta le llegó a la mente "¿He muerto? ¿Es esto el limbo? ¿Al fin podré descansar?" Todas esas preguntas seguían en su cabeza, hasta que un dolor punzante, aún más ardiente que el anterior dejando por completo, la sensación de nada en su interior.

Fuera de esa cabeza enrevesada, algo terrible había ocurrido. El cuerpo enorme de Daga yacía encima de Saruman que intentaba salir de la prisión de ese cuerpo muerto que llevaba encima.

La sangre corría por el pelaje de Daga, no muy llamativamente, pero si en cantidad. Una espada había quedado clavada en el centro de su lomo, hundida hasta mitad del filo.

-¡Daga!.-Gritaron algunos intentando llegar hasta ella, pero temían lo peor, tal vez, hubiese muero. Sin embargo, Gandalf logró hacerse paso ante los demás, que miraban el cuerpo de la enana tendido en el suelo, con una forma de lobo bastante espeluznante, y con apenas un hilo de vida.

El mago se las ingenió para poder encontrar el pulso de la criatura, y notó como aún le quedaba un hilo de esperanza para volver con ellos, así que, haciendo uso de una gran fuerza, movió el cuerpo de la joven, y intentó arrancar la espalda de su lomo.

Una vez lo logró, pudo empezar a sanar aquella herida, que le preocupaba muchísimo, ya que el corte era muy profundo y se aproximaba a una de las partes más débiles del cuerpo de un ser, la columna vertebral.

-Gandalf...-Dijo Lya arrodillándose al lado del cuerpo.-Dime que Daga estará bien...

Gandalf cogió aire y miró a Lya, poniendo una de sus manos sombre uno de sus pequeños hombros y le miró con algo de melancolía y tristeza.

-Me temo amiga mía, que Daga necesitará mucha ayuda para seguir adelante, además de que esta forma es la que usará hasta el posible día de su muerte.

Aquellas palabras fueron como un puñal para Lya, apenas podría hablar con su amiga, apenas podría mantener contacto de nuevo con ella, pero aún así, la esperanza y confiaba que ponía en ella era muy grande.-Ahora mismo, no tengo muchas confianzas en que pueda volver a respirar una vez más, temo que sea su última lucha.-Dijo Gandlf con una voz fría, que apenas demostraba sentimiento salvo un abismo de tristeza y dolor.-Ella era una gran enana, podría haber llegado a ser una gran líder...-Fue interrumpido.

-Señor Gandalf.-Dijo Bilbo.-Yo, sinceramente no diría esas palabras refiriéndose a ella, si me disculpa contradecirle, estaría bien que añadiese un poco de optimismo en esas palabras, es la mismísima reina de Erebor, ha convivido junto al infierno desde el primer día de vida, y una simple espada no va a poder acabar con ella en una simple pela. Ella es Daga, y la conozco demasiado bien, tanto como para saber que ella logrará salir de este pequeño bache.-Bilbo no pudo continuar, debido a que todos le miraban, y se había quedado sin habla ante aquella declaración al sabio mago.

Galdalf se levantó mirando al hobbit y chasqueó los dedos haciendo que la herida de Daga se cerrase totalmente. Él se acercó al hobbit intimidándolo totalmente mientras pensaba sus palabras cuidadosamente.

-Nadie de esta compañía había logrado contradecirme en tales palabras. Creo que usted, Señor Bolsón, tiene el doble de valentía de cada uno de los componentes restantes.-Se giró a los demás.-Creo que deberíais haber defendido a vuestra líder con carisma y fuerza, no llorar algo que no iba a pasar. Debéis aprender que la insolencia es una de las peores virtudes de este mundo, y deberéis aprender a controlarla, pues si el señor Bolsón no llega a estar con vosotros, Daga habría sido condenada a muerte.-Dicho esto agarró su bastón y miró de nuevo a todos sus compañeros.-Yo me dirigiré a Mordor para detener los planes de Saruman. Vosotros debeis dirigiros a la comarca, y cuidar allí a Daga. Es vuestro deber, con lo cual vuestra responsabilidad.-Dijo esto, el mago emprendió un largo camino a Mordor, dejando a sus compañeros sin apoyo.

Mientras tanto, Saruman estaba contemplando el gran ojo de fuego desde la torre más alta de su castillo, pensando que hacer para torturar a aquella fugitiva.

-Mi señor, varios de los orcos hablaron de la presencia del anillo en estas paredes.-Dijo un orco con una voz un poco estridente.

Aquella frase hizo que Saruman se girase mirándole con ojos de ansia y de poder, acercándose rápidamente, lo que hizo asustarse un poco al pequeño orco.

-Dicen que esta en la celda de la enana, lo escondió entre unos pocos ladrillos.-Dijo el orco, temiendo su muerte inminente.

-Muy bien hecho, eres unos de los pocos orcos originales que nos queda... Una pena que seáis mas débiles.-Chasqueó los dedos y dos orcos creados de la tierra lo agarraron mientras Saruman se alejaba hacia la oscura celda, escuchando unos gritos atronadores a lo lejos.

Cuando este llegó a la celda, mando inspeccionar a unos trasgos las paredes de aquella celda. Al cabo de unos minutos, cuno de ellos llegó con un trozo de pergamino donde se podía ver escrito en enano las siguientes palabras.

"Señor Saruman,

Creo que este anillo no es de su propiedad. No se preocupe, yo me encargare de que lo devuelvan a su dueño, el gran volcán."

Aquellas palabras escritas en el pergamino hicieron enfurecer a Saruman. El anillo yacía en un pequeño colgante que lucía Ophal, escondida en las sombras mientras los compañeros de Daga creaban una camilla con hojas y palos para empezar su travesía hacia La Comarca y lograr acabar su misión.

La Princesa bajo la Montaña ~ OʟᴠɪᴅᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora