13| Peyton Lafev

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SE SENTÍA CANSADA, LA MAGIA DE GENYA SE ESTABA ACABANDO Y NOTORIAS OJERAS ESTABAN SURCANDO BAJO SUS OJOS

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SE SENTÍA CANSADA, LA MAGIA DE GENYA SE ESTABA ACABANDO Y NOTORIAS OJERAS ESTABAN SURCANDO BAJO SUS OJOS. No tenía ganas ni de levantarse de la cama, la cual la hacía sentir cómoda. Aún la pelirroja no podía creer que la habitación que el Oscuro le asignó estuviera a unos metros alejada de la de él. Cuando la sirvienta la llevó nuevamente por el pasillo que Ivan la hizo recorrer para ir hacía la Sala de Guerra, Arabella jamás imaginó que esa habitación que ella había visto con anterioridad era suya.

Era amplia, acogedora y no se sentía tan vacía como la que tenía antes. El baño era precioso, todo era de mármol blanco con detalles dorados -como todo el Palacio- y la cama era matrimonial, con cubrecama y sabana de seda. Todo era realmente precioso, pero lo que más amó Bella fue el pequeño balcón que daba hacia los jardines traseros del Pequeño Palacio.

Siempre soñó con una cabaña que tuviera vista a los jardines o a los bosques. Amaba la naturaleza.

Soltó un bostezo y se levantó de la cama, no había podido dormir en toda la noche, pues las pesadillas la atormentaban sin descanso alguno. A veces creía estar soñando despierta, dónde veía con claridad todo lo que había pasado ese día en la sombra; la oscuridad, los gritos de agonía, la sangre y los Volcras. Y sin olvidar esos susurros que hasta el día de hoy le sigue poniendo los pelos de punta cada vez que los recuerda.

Arabella admiró con indecisión la Kefta negra, habían pasados varios días desde que habló con el General Kirigan y ya no lo había vuelto a ver. Las Grishas decían que había estado ocupado debido a los constantes ataques que los fjerdanos estaban causando, pero la ojiverde tenía la leve impresión de que la estaba evitando, y no sabía el porqué.

Quizás porque lo mandaste al diablo. O porque te rehúsas a usar la kefta que ÉL eligió y mandó a diseñar para ti.

—No ayudas. —masculló mirándose en él espejo.

Tú no ayudas, no pones de tu parte. Si tuvieras menos miedo de ti misma, ya habríamos podido usar esa hermosa arma mortal.

—No soy una grisha.

¿Y eso qué? No eres una Grisha por usar la kefta. Yo solo quiero que no veamos ardientes.

𝐑𝐄𝐌𝐄𝐌𝐁𝐄𝐑 / 𝐴𝑙𝑒𝑘𝑠𝑎𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑀𝑜𝑟𝑜𝑧𝑜𝑣𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora