𝐍𝐚𝐜𝐞 𝐞𝐥 𝐝ú𝐨 𝐢𝐧𝐝𝐨𝐦𝐚𝐛𝐥𝐞

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     Si tan solo Annabeth estuviera conmigo en estos momentos, probablemente diría que tomará el curso de acción más prudente

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Si tan solo Annabeth estuviera conmigo en estos momentos, probablemente diría que tomará el curso de acción más prudente. No fue una decisión muy difícil. Después de ser transformado en una cobaya y que Clarisse me liberará, Circe tuvo que lidiar con una tripulación completa de piratas liderados por el mismísimo Edward Thatch. Siendo sincero, su versión en Piratas del Caribe no le hace justicia al hombre de por lo menos un metro noventa, con una actitud férrea digna del propio Ares, barbas negras como el carbón y ropas de lana y cuero. Y no olvidemos un sombrero de ala flexible.  Salimos de allí lo más rápido que pudimos, pasando por empleados del balneario hasta llegar al puerto y tomar un barco.

Y daba la casualidad de que escapamos en el Venganza de la Reina Ana, el barco del propio Barbanegra. Tan solo esperaba que no encontrara un modo de alcanzarnos.

No fue muy difícil hacerlo zarpar, ya que controlé las corrientes del mar para ponerlo en marcha. Sentía como si el mismo barco fuera una extensión de mí mismo, controlando cada mástil, vela y cuerda. Navegamos toda la noche, yo estando comandando en el timón mientras Clarisse ayudaba izando las velas lo suficiente. Muy pronto nos fuimos a dormir y cabe recalcar que el sueño que tuve esta vez me dio bastantes escalofríos. En el fondo se oía un cantico melodioso, mientras notaba enfrente de mí un sarcófago de oro. Que resplandecía en una luz amarillenta. Lentamente me acercaba a él pero justo cuando iba a poner mi mano en este, sentí que alguien me empujaba bruscamente. Tan solo pude ver la silueta de una chica, llevaba una lanza de bronce en la mano derecha y un escudo que me daba pavor.

Pronto desperté cuando escuché de nueva cuenta aquellos cánticos de mi sueño. Rápidamente corrí dentro del barco, buscando desesperadamente cera para cubrir mis oídos y los de una Clarisse que estaba profundamente dormida. Sabía hacia donde nos estábamos aproximando. Ya teniendo un puño de cera en mis manos corrí hacia Clarisse y la sacudí bruscamente.

— ¡Clarisse, despierta!—le dije mientras la sacudía.

— ¡¿Qué demonios te pasa?!—repuso—No vuelvas a despertarme así o...

—No hay tiempo, nos estamos acercando a las Isla de las Sirenas. Ponte esto y prepárate.

Ella rápidamente acató reincorporándose y poniéndose la cera en sus oídos. Fui directamente al timón y empecé a maniobrar cuidadosamente, evitando varias rocas enormes. He leído mucho de las sirenas en la Odisea, incluso Annabeth me contaba sobre ellas y como deseaba volverse más sabía al escuchar su canto. Pero sabía que tan solo era una trampa para que sufriéramos una muerte lenta y dolorosa para después ser devorado. Ninguno habló ni escuchó nada. Clarisse era mi única línea de defensa, por lo que tuvimos cuidado. No tardé mucho en verlas, eran grandes mujeres con grandes cuerpos de buitres, plumaje negro sucio, garras grises y cuellos rosas arrugados. Sus caras cambiaban constantemente a personas que conocía y pude llegar a oler su fétido aliento grasoso.

𝐋𝐄𝐆𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐍𝐎𝐒: El Mar de los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora