𝐏𝐞𝐫𝐜𝐲 𝐝𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐠𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞𝐬 𝐭𝐨𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐫𝐨𝐝𝐞𝐨

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     Annabeth ya nos estaba esperando en el callejón de la calle Church

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Annabeth ya nos estaba esperando en el callejón de la calle Church. Tiró de Tyson y de mí justo cuando pasaba aullando un camión de bomberos directo a donde estaba la escuela. Pues, resulta que por el fuego se empezó a incendiar todo y era bastante probable de que me culpen de eso. Bien hecho Percy, te superaste esta vez...

— ¿Dónde lo encontraste?—preguntó, señalando a Tyson.

En otras circunstancias me habría alegrado mucho de verla. Pero justo en este momento me acababan de atacar un trío de hermanos gigantes y caníbales, Tyson me había salvado la vida y a ella solo se le ocurría mirarlo con una fiereza que no me estaba gustando para nada, casi como si él fuese una molestia.

—Es una larga historia. —le dije.

— ¿Es un sin techo?

— No, no lo es. Puede oírte, ¿sabes? Puede hablar bastante bien para ser un cíclope.

— ¿Sabe hablar?

—Habló. —reconoció Tyson—Tu eres preciosa...

— ¡Puaj! ¡Asqueroso!—exclamó apartándose de él.

No podía creer que se comportará de un modo tan grosero. La mire de mala manera y me puse enfrente de mi hermano en una forma de protegerlo o darle seguridad y no se sintiera mal.

—Será mejor que te comportes, porque él es mi hermano. Ahora, ¿me vas a decir el por qué viniste desde el campamento? ¿Hay problemas?

—Sí, demasiados...—contestó un tanto asombrada pero se puso seria nuevamente—Alguien ha envenenado el árbol de Thalia. Y desde que salí, varios monstruos me han bloqueado el camino. ¿Tú has sufrido ataques?

—Ninguno en todo el año...hasta hoy. Gracias a esta moneada bendecida por Hestia. —contesté mostrándola a Annabeth.

—Bueno, tenemos que irnos. Debemos llegar lo antes posible...

Salimos corriendo por las calles, evitando tanto a policías como lugares demasiado poblados. Ella iba al frente, yo detrás y Tyson hasta el final, pues era el más pesado. Pronto llegamos a una esquina entre las calles Thomas y Trimble. Nos detuvimos y Annabeth buscaba desesperadamente en su mochila alguna cosa hasta que sacó un dracma.

— ¿Qué estás haciendo?—pregunté.

—Loados sean los dioses, que bueno que me sobraba uno. Sêthi, Ô hárma diabolês...

Puso la moneda entre sus dedos y la lanzó al aire. Justo cuando vi la moneda llegar al suelo, esta desapareció atravesándolo y al cabo de unos segundos el asfalto se derritió hasta una especie de charco burbujeante de sangre. Y de allí salió un taxi de un color gris ahumado, casi pareciendo que podías atravesarlo. Tenía unas placas escritas en la puerta que decían: <<HERMANAS GRISES>>. Pronto pude ver que el cristal del copiloto bajó y del interior salió una vieja de greñas grisáceas, cubriendo los ojos que supongo yo no tenía. Hablaba bastante raro, farfullando entre dientes como si fuese a meterse un chute de novocaína.

𝐋𝐄𝐆𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐍𝐎𝐒: El Mar de los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora