¡𝐁𝐚𝐭𝐚𝐥𝐥𝐚 𝐮𝐥𝐭𝐫𝐚-𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐭𝐚!

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     El agua de mar me salpicaba en la cara

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El agua de mar me salpicaba en la cara. Algo que en estos momentos me dio un respiro del gran agotamiento que sufrí cuando utilicé los poderes de Cronos. Mis ojos tan solo estaban fijos en los rascacielos de una ciudad, con una carretera flanqueada de palmeras junto a la playa, escaparates de tiendas deslumbrantes con neón y un puerto abarrotado de barcos y cruceros.

—Ah, chicos, los hipocampos están actuando raro. —dijo Clarisse.

Era cierto: nuestros amigos marinos que nos salvaron hace un par de minutos, relinchaban y nadaban en círculos mientras husmeaban en el agua. No parecían contentos y creí ver a uno de ellos estornudar.

—No van a acercarse más. —dije —Hay demasiada gente y mucha polución para eso. Tendremos que nadar a la orilla.

A ninguno de nosotros nos entusiasmaba la idea, pero terminamos resignándonos a darle las gracias a Rainbow y a sus amigos por el viaje. No fue para nada lindo ver a mi hermano Tyson triste por ver a su amigo irse pero teníamos que seguir adelante. Al llegar a la orilla, recorrimos los muelles donde se alineaban los cruceros, abriéndose paso entre un montón de gente que llegaba de vacaciones. Había mozos trajinando con carritos llenos de maletas y taxistas gritando en español. Ya estando entre mortales, noté como el Vellocino de Oro ahora era una chaqueta común que Grover llevaba consigo mientras se ponía una gorra y sus zapatos. Annabeth tomó un periódico más cercano y su cara expresaba una severa angustia.

— ¡Dieciocho de junio! ¡Hemos estado diez días fuera del campamento!

— ¡No es posible!— replicó Clarisse.

A pesar de que pareciera poco creíble, podía entender que el tiempo transcurre de manera distinta en el Mar de los Monstruos. El árbol tal vez no le quedaba mucho tiempo...

— Oh no...—decía Grover—Tenemos que llegar esta noche o todo habrá acabado.

— ¿Y cómo demonios vamos a hacerlo?—preguntó con voz temblorosa la hija de Ares— Estamos a miles de kilómetros. Sin dinero y sin ningún vehículo para llegar.

Mire hacia el suelo por unos segundos, tratando de mantenerme sereno y ver cómo podemos resolver el problema. Pero ciertamente era más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, cuando toque mi bolsillo derecho, pude sentir algo que no espera haber tenido en ese momento. Al sacarlo, noté no solo que tenía a Anaklusmos, sino que en la tapa de este tenía enrollado un billete mojado. Aún podíamos lograrlo.

—No. —le dije—Todavía puedes llegar al campamento. Toma un taxi y dirígete a Long Island con el Vellocino.

— Pero, Percy, esto solo alcanza para una persona. —contestó.

—Nosotros nos quedaremos para retrasar a Luke...

— ¡Ni loca los voy a dejar aquí!

—No tenemos tiempo para...—iba diciendo pero me volvió  interrumpir.

𝐋𝐄𝐆𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐍𝐎𝐒: El Mar de los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora