Capítulo 6

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Era el último día de clases y Jennie no tendría que estudiar cada maldito día,
lo que era realmente un alivio. Más aun cuando recordaba que no iba a tener
que seguir soportando a las chicas que le hacían la vida imposible, no las
vería durante dos meses. Dos hermosos y largos meses.
De alguna manera eso debería alegrarle, sin embargo no podía evitar
deprimirse un poco. También notó eso en Jisoo, quien se mostraba igual que
ella. La única que parecía realmente feliz era Sana, quien no paraba de
sonreír.
Al llegar al comedor, se asustó al no encontrar a ninguna de sus amigas,
asi que fue al baño para buscarlas.

   -¡Son unas zorras! -escuchó la voz de Sana, que parecía realmente
alterada.

   -¿¡Qué les pasa!? -A jurar por la voz de Rosé, ella también estaba furiosa.
La coreana entró al baño y se encontró a las chicas cubirtas de pintura
rosa. Se habría reído si no fuese por que las dos chicas parecían a punto de
golpear a alguien y no quería acabar magullada.

   -Vaya Jisoo, tu color no es el rosa. -intentó bromear, pero las chicas la
fulminaron con la mirada- ¿Rosé? ¿Lisa? ¿Quién ha sido?

   -Todas ellas. -respondió Jisoo, molesta. Sacó un pegote de pintura de su
cabello y soltó un chillido- ¡Odio a Rosé!

   -¡A todas ellas! -gritó Sana, sin especificar.
Jennie suspiró, mientras dejaba su mochila en el suelo y buscaba ropa
limpia en ella.

   -¿Cómo ha sido? -preguntó mientras entregaba una camiseta a cada una.
Ya era costumbre para ellas traer ropa de recambio.

   -Estaba abriendo el casillero, como de costumbre -empieza Jisoo, mientras se saca la camiseta para cambiarse la otra- cuando de repente algo explotó, cuando abrí los ojos estaba llena de pintura rosa.

    -Y yo estaba justo detrás. -refunfuña Sana, quien seguía lavando su
cabello.-Que imbéciles... -se quejó Jennie, parecia que las chicas cada vez
mejoraban más sus técnicas para molestarlas.

    -¡Lisa! -exclamó Sana- Ella es la más perra de todas.
Sana asintió, con el ceño fruncido.

   -Sí, la muy imbécil nos tomó varias fotos mientras se reía, ahora deben
estar por todas las redes sociales. -dijo la coreana, Jennie abrió mucho los
ojos.

  -¿En serio hizo eso? -le sorprendía mucho, ya que la castaña nunca solía
participar directamente en las bromas.

   -¡Sí! -gritaron las dos amigas.
Jennie se sentó en los fríos adoquines del baño y se sacó su gorra, agobiada
por la situación. Jisoo también se sentó a su lado, aun con el cabello mojado.

   -Supongo que todas son unas zorras -susurró la Jennie.

   -Rosé y Lisa las que más -afirmó Sana.

   -Todas. -la corrigieron Jisoo y Jennie .
Después, ambas se miraron sorprendias. ¿No las estaban defendiendo,
verdad?

   -Cómo sea. Esperemos no encontrarnos con una sorpresa parecido en tu
casillero, Jen. -dijo Sana, tomado asiento junto a las otras dos. Las tres
chicas suspiraron y apoyaron su cabeza en el hombro de la otra.
Se saltaron las dos siguientes clases, avanzaban por el pasillo hablando
cuando pasaron por un grupo de chicos, que empezaron a reír.
Ellas, como siempre, los ignoraron.
Ahora era el momento de la verdad.
Se encontraban frente al casillero de Jennie, esperando una explosión cuando este se abriera. Jennie se colocó a un lado y la abrió despacio. Las tres se encogieron cuando una gran explosión de pintura azul salpicó todo el pasillo. Por suerte para ellas, a penas se mancharon.
Las tres sonrieron y mientras contemplaban la escena orgullosas. La
sonrisa solo duro unos instantes, hasta que escucharon la voz del conserje.
-¡Siempre igual ustedes! -se quejó, tirándoles una escoba.
Las tres suspirarom y empezaron alimpiar el desastre. Cuando entraron a
clase, ya estaban repartiendo los anuarios. Jennie recordaba muy bien ese día, Lisa y su grupo habían escondido su ropa después de dla clase deportiva.
Las tres salían en sus fotos con el pelo mojado y una ropa demasiado
grande, que les habían entregado en la sección de objetos perdidos Cuando sus amigas no estaban mirando, Jennie pasó disimuladamente las páginas de su anuario, fingiendo estar simplemente hojeando. Paró de pasar de páginas cuando llego a la foto de Lalisa Manoban. Aparecía con una sonrisa brillante y sus ojos igual de hermosos que siempre. Su cabello estaba recogido en dos trenzas y llevaba un peto de tirantes. Estaba
simplemente preciosa. Observó la foto por más tiempo del necesario, hasta
que se dio cuanta de lo que estaba haciendo y lo cerró de golpe. ¡Debía
dejar de hacer eso!

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