Capítulo 48: No te librarás tan fácilmente de mí

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"No te librarás tan fácilmente de mí"

- Ven pequeña entremos a casa.- Entro a mi casa con la pequeña perrita en mis brazos.

Creo que debería salir a comprarle algo a la pequeña... Mm... ¿Qué nombre le puedo poner?

Soy muy mala para los nombres de los animales. Lo cierto es que Meg más cretividad es igual a destrucción total. Todas las cosas que me invento son malas. Pero no algo malas, son muy muy malas. Tan malas que de solo escucharlo te da cáncer.

Solo estoy exagerando pero igual el punto es que soy de creatividad nula.

- Primero lo primero. Ven pequeña... Tú. Buscaremos en Internet nombre de perritas porque lo cierto es que no se me ocurre ninguno para ti.

Camino hacia el escritorio de mi padre y entro en él. Tomo una honda respiración una vez dentro y siento el fuerte olor que aún está impregnado en aquel lugar, olía a mi padre. Seguía estando el olor tan peculiar que tenía de su perfume mezclado con algo de tabaco porque recuerdo que él solía fumar a escondidas aquí para que mamá no lo regañara.

Al recordar a mis padres se me cae una lágrima por la mejilla. Yo sé que debo dejar de llorar por esto porque me hace mal pero me es imposible. No soy tan fuerte como pensé que era.

A veces o mejor dicho casi siempre me hace falta mi madre aquí regañándome y ayudándome a mejorar con esos regaños. Extraño eso y a mi padre, aquel hombre que solía defenderme de mi madre en sus momentos de locura.

Niego con la cabeza y me quito aquellas imágenes de la cabeza, me hace mal pensar en esto.

- Ven pequeña.- Me agacho para llamar a la perrita que se encontraba fuera de aquel cuarto mirándome.

Apenas oye mi voz comienza a mover la colita y corre hacia a mis brazos. La tomo y camino hacia el escritorio donde está la computadora. La enciendo y espero a que se prenda. Busco en Internet algunos nombres de perros pero ninguno me llamaba la atención hasta que llego a un nombre: "Princess".

A mi mente viene un recuerdo. Algo que nunca me podría olvidar.

- ¡Papa! ¡Mamá!- Grito llorando desde el suelo.

Mi rodilla ardía mucho y mis manos estaban lastimadas. Me había caído de la bicicleta mientras la manejaba frente a mi casa y me había hecho mucho daño.

Las lágrimas caían por mis mejillas y no podía parar de llorar.

- ¡Hija!- Mi papá sale de la casa corriendo y se agacha a mi altura.- ¿Qué pasó pequeña?

- I... Iba... Manejando...- No podía hablar. Estaba llorando mucho y mi respiración estaba tan irregular que no me permitía modular palabra alguna.

- Ya me imagino. Tranquila. No llores que las princesas no se ven tan lindas como siempre cuando lloran.

- No... No soy una princesa, papi.- Digo tratando de calmarme.

- Sí lo eres, eres MI princesa y yo soy muy afortunado de ser el padre de aquella bella princesa. Así que no me llores mi princesa que ya pasó. Mi princesita yo sé eres muy valiente y fuerte.- Me dijo mi padre logrando calmarme.

- Pero me duele.

- Lo sé pero eso se cura y mañana ya sanará. Ya lo verás. Ahora vamos adentro.- Yo asiento y mi papá me toma en brazos.

A lo lejos veo a unos hombres mirándonos con unos trajes muy lindos y una pequeña rosa blanca en el bolsillo del saco. Yo parpadeo reiteradas veces porque pienso que es solo parte de mi imaginación y de repente los hombres desaparecen por lo que no le tomo importancia.

Rompiendo los esquemas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora