¿Dónde hubo fuego, cenizas quedan?
Han pasado siete años desde que León y Gala tomaron caminos diferentes lejos de todo el drama en el que se vieron involucrados.
Sus vidas se vuelven a cruzar solo para enfrentarse a nuevos retos, secretos y todos...
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A un mes de que inicié los entrenamientos con León, puedo decir con seguridad que estoy sintiendo los cambios de los que me habló el doctor. Las pesadillas se han reducido, mis horas de sueño han aumentado y estoy comiendo más ahora.
El pasar tiempo con él, aun si solo son un par de horas dos días a la semana, me relaja. Es increíble que nuestro reencuentro haya sido positivo para mí en muchos sentidos, ya que temía volver a verlo por todas las cosas que pasaron entre nosotros.
León es divertido, inteligente, visionario. Me da ánimos para seguir adelante con el entrenamiento, celebra cada pequeño logro cuando alcanzo alguna pose difícil. Él es un veterinario, pero podría ser, sin problema alguno, un maestro en lo que quiera gracias a la paciencia y empatía que tiene.
Me cuesta creer que se trata del mismo chico del que me enamoré cuando teníamos dieciocho, puede que siempre fue así y la situación en que nos encontrábamos no ayudó. Es que empezamos mal, quizás las cosas serían diferentes si nos hubiésemos conocidos de otra manera...
Me lavo la cara y sacudo la cabeza en varias direcciones en un intento de sacar estos pensamientos de mi mente. No debo siquiera sopesar la idea de algo entre él y yo, es imposible.
Es mejor dejar el pasado atrás, seguir con esto mientras dure y no permitir que su comportamiento me nuble la razón.
Reviso que todo esté en orden y salgo del baño a pasos rápidos hacia el lugar donde él aún está estirando el cuerpo. Me detengo para poder admirar lo bien que le sale cada postura, cómo sus músculos se flexionan y la concentración que emplea en sus movimientos.
El pelo rizado, húmedo por el sudor, le cae por la frente. Abre y cierra la boca despacio al respirar, echa la cabeza hacia atrás mientras sigue ejerciendo peso en sus piernas ahora.
Me palmeo las mejillas para salir del trance y sigo mi camino hasta llegar hacia donde está.
—¿Estás bien? Ya me estaba preocupando —pregunta mientras se levanta de la colchoneta sin dejar de estirar los brazos.
—Sí, creo que debemos parar por hoy.
León asiente para luego recoger sus cosas y echarlos en la mochila. Me dispongo a revisar mi teléfono, pero no hay ningún mensaje o llamada. Me es extraño que Leah no haya intentado comunicarse conmigo.
—¿Cómo te vas hoy? He notado que algunas veces tomas un taxi o tu amiga te lleva.
Sus palabras me hacen mirarlo con sorpresa, no sabía que él estaba al tanto de esas cosas. Siempre me voy deprisa sin entablar ninguna conversación ni nada parecido.