¿Dónde hubo fuego, cenizas quedan?
Han pasado siete años desde que León y Gala tomaron caminos diferentes lejos de todo el drama en el que se vieron involucrados.
Sus vidas se vuelven a cruzar solo para enfrentarse a nuevos retos, secretos y todos...
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Su silencio me desespera al igual que la manera en que me mira. Sus ojos verdes están cristalinos, los hombros hacia abajo y su rostro tiene una mueca de desconcierto que me da muy mala espina. No sé si la he cagado de nuevo con ella, si fue muy pronto en preguntarle.
—Dime algo, Gala, lo que sea —ruego en un hilo de voz.
Ella parpadea varias veces, como si ha salido de un trance y me observa con espanto. Se lleva las manos a la boca, recorre cada rincón con los ojos y niega con la cabeza. Bien, esto es un rechazo.
La decepción me golpea tan fuerte que me dan deseos de llorar, pero no lo hago. Es claro que ella se va a negar, no sé por qué me dejé llevar por mis malditos impulsos.
—Lo siento, no sé qué pensaba —digo, cabizbajo, y me giro para marcharme.
—¡Espera! No te vayas.
Sus palabras me sorprenden, aun así, me doy la vuelta para encararla.
—¿Querrías ser mi novio aun si acabamos en unos días? —pregunta y algo hace cortocircuito en mi cerebro.
—¿De qué demonios hablas...?
—Que quiero decirte que sí, León, pero puede que termine pronto —me interrumpe.
—No te entiendo —expreso, confundido.
Ella resopla y me hace seña con una mano para que me acerque. Lo hago, como un robot porque esto es demasiado extraño, y nos sentamos uno junto al otro en la única cama individual que hay aquí.
—Es que, papá me ofreció empleo. Eso implica irme a vivir con él o viajar muy lejos todos los días. No tengo mucho qué perder, puedo seguir con la universidad allá.
Un dolor me atraviesa al entender lo que me está diciendo. No puede ser que me esté pasando esto de nuevo. Debe ser una jodida broma.
—Te vas en unos días, ¿eso es lo que me quieres decir? —Asiente—. Y estás aceptando ser mi novia.
Ella desvía la mirada, sé que está avergonzada por lo roja que se han tornado sus mejillas.
—Puedo hacerte cambiar de opinión —continúo—. Si es por el empleo, puedo ayudarte a conseguir uno.
El verde de sus ojos me entretienen, y la manera en que me hace sentir su mirada. Demonios, estoy perdido con esta chica.
—No lo sé, yo...
—Acepto, ahora te toca a ti.
Es tanta la sorpresa, que se queda boquiabierta ante mis palabras. Lo sé, estoy loco; pero no voy a desaprovechar la oportunidad de estar a su lado. Quizás ella cambie de opinión o le busquemos la vuelta a eso.
—León...
—¿Quieres ser mi novia de tres días, Gala?
Sonreímos al mismo tiempo por mis tontas palabras. Atrapo su rostro, paso los dedos por los contornos de sus labios y me acerco más hasta que poso mi boca sobre la de ella.