9∙♡° Lo que más quería

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Esa noche yo terminé haciendo la cena para los dos, nos dormimos viendo un partido de baloncesto en la sala del departamento. No volvimos a mencionar nada de lo ocurrido y eso me tranquilizó por unas horas.

Despertar con el olor de Christopher envolviendo mi cuerpo era uno de los placeres más deliciosos que había experimentado. Tenerlo con un brazo extendido, de espaldas boca abajo en un intento por abrazarme aún en sueños era una escena que atesore con amor.

Esta mañana iba a ser dura, tenía en mi mente el plan trazado. Hoy se acabarían los problemas, con lo que no contaba era que los acontecimientos que ocurrirían las siguientes horas quedarían grabados en mi memoria de la peor manera.

—¿A dónde vas?

—Quiero comprar tu regalo de navidad.

—¿Vas a ir solo? —pregunta aún con el cepillo de dientes en la boca.

Su voz ronca aún es un indicio de su llanto de anoche. Lo que menos quiero es que él sufra ni un minuto más por mis problemas.

Me levanto de la orilla de la cama donde me colocaba mis tenis. Me acerco a él y le acaricio una mejilla pecosa. Adoro su piel, fresca, aromática y suave. De paso acaricio sus ojeras y trato de alzarme lo más que puedo para depositarle un beso en su frente pero él como siempre se estira para que no lo alcance.

—Bueno, entonces sin beso será —me doy media vuelta pero él viene detrás de mi y me deposita un beso en la frente sin siquiera girarme. A veces odio que sea más alto que yo.

—Genial, me haz embarrado de pasta la frente. Ahora llegaré tarde por tu culpa —corro al lavabo y trato de quitarme la pasta dental en forma de sus labios de la frente.

—¿Acaso pactaste una cita para escoger mi regalo? —se limpia la boca con una toalla y se alborota el cabello aún húmedo de la ducha.

—Por supuesto —le miento con facilidad— es un regalo exclusivo.

—Espero que no te hayas gastado el dinero de la beca.

—Tranquilo, esa está resguardada en el banco. Por cierto tal vez vaya al banco después de comprar tu regalo ¿Quieres salir a comer como a eso de las dos? —agarro mi bolso y lo cruzo por mi pecho, tomo y guardo en mi bolso mis copias de las llaves del departamento.

—Por supuesto, no tengo mucho que hacer hoy. Solo tengo que organizar y ver una papelería de un cliente nuevo —me sigue por toda la estancia principal hasta la puerta.

—Éxito con eso, bueno ya me voy —me giro de nuevo y me estrecha entre sus brazos.

Por un momento nos quedamos abrazados sin decirnos nada. Me encantan sus abrazos, siempre me hacen sentir bien.

—Lavaré un poco de ropa —me sonríe alejando su cuerpo del mío y guiñe un ojo señalando su torso desnudo— regresa pronto a casa querido.

—Eso sonó tan hetero, cariño —le digo bromeando. Me río mientras me despido alzando un brazo y me detengo a esperar el elevador.

Él me sigue con la mirada, lo veo pararse a mitad del pasillo del edificio. No lleva nada más que la pijama de ositos sobre sus caderas. Se cruza de brazos, le lanzo un beso, sonríe de oreja a oreja y se mete al departamento.

—¡Me mandas tu ubicación para la comida! —me grita antes que las puertas del ascensor se cierren.

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Girasoles en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora