2∙♡° Se terminó

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-¡Bastian, espera! -La voz de Fred no me detiene, atravieso el gran jardín delantero y voy directo a su coche.

-¡Maldito sea! ¿Por qué le pones seguro Fred?

Fred abre a distancia su coche con las llaves y yo me subo antes de que la tormenta caiga. Él sube a toda prisa, escucho como dentro de la mansión de los Weenkins hacen alboroto, ya no me interesa así que me cruzo de brazos y espero a que Fred me saque de esta aberración de lugar.

-Solo diré que el abuelo me dijo que te dijera que más tarde te llamará, le pase tu WhatsApp...

-¿¡Qué tú hiciste qué!?

-Calma es solo una persona mayor que...

-¡Qué nada! Ya no quiero saber nada de esa familia, ni del abuelo, ni de la señora esa, ni de Gustav ¿¡Entendido!?

Fred me ve por unos segundos pero no pregunta o dice algo. Arranca el coche bajo la tormenta. Observo por el espejo lateral para ver si Bastian o algún integrante de su familia viene a mi persecución pero nadie sale de la mansión.

Nuestro trayecto dura aproximadamente cuarenta minutos por el tráfico de la ciudad. Cuando llegamos a nuestro departamento (Los tres habíamos rentado uno para estar más cerca de la facultad de arquitectura y artes) la lluvia era solo una brisa ligera. La luz del departamento está encendida y Fred me mira con preocupación.

-Ve por tus cosas, aquí te espero -se recarga en el coche y saca su cajetilla de cigarros, se fuma uno.

-¿No vas a pasar? -me acomodo el cabello y limpio mis lágrimas.

-Temo que Gustav ya estará empacando sus cosas -mira de nuevo a las luces encendidas de nuestro departamento.

-¿Cómo sabes que yo y Gustav... ya no estamos juntos?

No le dije nada en todo el camino pero tampoco es que fuera un ciego y no hubiera visto mi rostro al salir de la mansión, incluyendo mis gritos por darle mi WhatsApp al abuelo de Gustav.

-Si no fuera así, hubiéramos venido los tres. Ahora me lo confirmas, no hay necesidad de que me lo expliques para saberlo.

Levanta una mano restándole importancia. Fred es nuestro amigo en común, lo habíamos conocido en la universidad por un proyecto en equipo que nos encargó un profesor, venía de intercambio por un año pero a nuestra consideración ya era un hermano para nosotros... Nosotros.

Debía dejar ya de incluir a Gustav en ese "nosotros".

Subí por el elevador del edificio y caminé con pesadez hasta el departamento. Abrí la puerta con mi llave, ya estaba abierta. Miré los zapatos de Gustav en el pasillo, él estaba aquí. Se me achicó el corazón. No quería enfrentar el problema. Quería desaparecer ahí mismo, sin explicaciones.

La sala cuando entré estaba a oscuras, había un leve olor a alcohol y casi tropiezo con cajas y otras cosas que no habíamos organizado desde el semestre pasado.

-Llegaste -su voz estaba ronca, absorbió por la nariz un sollozo.

-Vengo por mis cosas -le dije a la oscuridad. Sabía que su voz había venido del rincón de la sala, estaba a oscuras sentado en el sofá de lectura frente al gran ventanal del balcón principal. Las cortinas estaban cerradas, la oscuridad era intensa en ese rincón.

-¿Por qué? -escucho como se pone de pie. Yo retrocedo y mejor voy al pasillo para ir a mi habitación. Lo dejo con la pregunta en el aire. No tengo porqué darle explicaciones. Al contrario, yo debería de exigirle unas pero no tengo cabeza para enfrentarlo. Ni hoy ni nunca.

Girasoles en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora