10∙♡° La florería

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Siempre habían escuchado en un sin fin de ocasiones a las personas mayores decir que los tiempos de dios eran perfectos. Nunca creí que sus tiempos fueran de esta forma cruel e injusta.

—¿Estás seguro que fue Gustav? —la madre de Christopher se sienta a mi lado y pone una mano en mi espalda. 

Nunca creí que se lo tomaría con tremenda calma el secuestro de su hijo. Al parecer la estaba juzgando con anterioridad. Me asqueo yo mismo pensar que tuve ese gesto con ella. 

—Lo dice en la nota, mamá —July vuelve a tener la nota en su mano.

Ella fue la primera en responder cuando llamé a la casa de los Lewis. Ella fue la primera que me escuchó todo alterado diciéndole lo que había pasado con su hermano. 

—Deberías de dejar de tocar eso Juliana —dice un hermano de la señora Lewis, el tío Jack. Un hombre altísimo con barba de leñador (y lo era), tenía una cabaña en el norte de la ciudad. Su familia también estaba aquí, en el departamento. 

—¿Ya pusieron el mechón de cabello en el frasco que dije? —pregunta la tía Sara, esposa de Jack. Sus hijos la tienen abrazada en un sillón. Reconozco a la niñita que no se le despegaba a Christopher la primera vez que los conocí, Cristina. Es la consentida de Christopher. Su carita está confundida y no para de mirarme con sus ojitos llenos de lágrimas. Quisiera abrazarla y decirle que su primo favorito está bien. Pero no tengo fuerzas para levantarme. 

—Si, ya lo hice hermano. Lo puse en alto para que los niños no lo toquen mientras viene el investigador.

—Debería de ir al departamento de Gustav —me levanto intentando hacer algo en lugar de esperar. 

—No, es peligroso Bastian —se apresura July a responderme. Me calma sentándome de nuevo al lado de su madre. 

—Es que no podemos quedarnos sin hacer algo. 

—Ya hicimos lo que estaba en nuestras manos, muchacho —el tío de Christopher mira por la ventana de nuestro departamento. 

—¿Ya vienen querido? —pregunta la tía Sara con Cristina ya dormida en sus brazos. 

—Ya, se están estacionando. 

Los policías investigadores habían llegado en cubierto, en autos normales y vestidos de civiles. Quién los viera pensaría que no son más que visitantes del edificio. 

Durante media hora nos interrogan a todos pero en especial a mi. Leen la nota y la analizan por su cuenta. Me piden todos los teléfonos, redes y contactos que tenga por amigos y familiares. Aunque les digo que el causante de esto es Gustav ellos quieren asegurarse de que no es alguien más. Al final deciden quedarse para ver si el secuestrador se pone en contacto conmigo antes de la hora acordada en la nota. 

La mamá de Christopher no se despega ni un solo instante de mi y me sugiere que vaya a ducharme para calmar la espera. Le digo que no podré hacerlo ella me responde tajantemente:

—Debes de estar preparado, mi hijo no quisiera verte así. 

Me rompo a llorar con aquellas palabras y ella me atrae en un abrazo para darnos consuelo a los dos. 

Me ducho por inercia, no se cuanto tiempo me quedó bajo la regadera pero cuando salgo del baño y después de la habitación. La madre de Christopher ha pedido comida para la familia y los policías. Quienes se ven apenados por tan amable hospitalidad. 

Girasoles en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora