VI.

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Los sirvientes jamás interrumpen su sueño.
Sus hermanos esperan a que despierte si necesitan hablar con él.
Todo el maldito Olimpo y cada panteón respeta el descanso del tirano de los mares.
No es hasta la llegada del humano y su hija que aprende lo que es despertar con una mocosa saltando encima de su estómago.

Cuando el japonés la detiene, llevándosela y asegurando que se le escapó, solo hace falta encontrar una risa mal disimulada en el hombre para darse cuenta que es una total mentira.
Es ahuyentado de la habitación antes de que pueda memorizar su imagen al despertar, aunque seguro después de repetir la rutina ya conoce su cabello hecho un total desastre, desparramado sobre la almohada mientras reniega porque ni la anestesia más poderosa le podría ayudar en dormir con la mocosa encima.

Y hablando de la niña, ella jamás se va. Se queda por ahí hablando sola, aunque seguro cree que Poseidon le presta atención.

—¡Y papi dijo que me veo bonita con dos coletas! aunque ya sé que es el único peinado que sabe hacer... ¡pero no le vayas a decir nada, papá! esta le quedó chueca, pero me gusta mucho, es como la aleta feliz de Nemo...

Solo desea saber como mierda tiene la energía para viajar de la cama al espejo en segundos, una y otra vez, considerando que solo de verla ya está mareado.
Cuando Poseidon se cambia, la pequeña siempre se tapa los ojos o da media vuelta, sin parar de hablar.

Tiene que arreglar lo que sea que Kojiro le haya puesto de ropa antes de salir, pues entre tanta vuelta es seguro que ya es un pequeño desastre.

En esta ocasión el rubio parece mostrar un humor notablemente más receptivo, dejando no solo que Sasaki salga solo de la habitación, sino que no hay sentencias de muerte a su hija por moverse, hablar o respirar tanto.

Arregla el vestido que ya le ha visto por tercera ocasión, sabiendo que deben conseguirle más ropa, pues la que le dieron en el inframundo no tiene ni estilo ni variedad.
Se apiada de sus piecitos en sandalias y la toma en brazos, bajando las escaleras mientras ignora cada palabra que sale de su boquita.
Por ahí se escapa un manotazo cuando la criatura estira la mano hacia los cabellos de su progenitor, pero eso no la detiene de trepar hasta que está sentada en el hombro del Dios, jugando con los mechones rubios.

Al bajar siempre está Kojiro sentado en la mesa que los sirvientes pusieron, esperándoles para comer. Hay escasas ocasiones en que Poseidon les acompaña, pero la gran mayoría deja abandonada ahí a su bestia miniatura y se retira.

—Ni pienses irte hoy, niño, hoy tu le das de comer a Chu.

—¿Disculpa?

—¡Yo sé comer sólita!

—Claro que sabes, mi vida, pero cocinaron papas y eres más terca que una mula para comerlas.

La pequeña hace una fingida expresión de asco y le saca la lengua al plato donde le espera su desayuno.

—No es mi problema, pídele a un sirviente que lo haga.

—Le tienen miedo y Oryza es muy débil, si Chu le dice que no quiere le quita el plato.

—Entonces hazlo tú.

—Es tu culpa que no quiera comer papas.

Observa a su niña y la encuentra con medio cuerpo encima de la mesa, intentando alcanzar un cubito de sandía y tirando otras tres cosas en el camino, dichas cosas no conocen el desastre pues son detenidas por los sirvientes que las detienen cada que Chuzenji las hace temblar.

—No.

—¿Por qué? ¿es demasiado para el tirano de los mares?

—Tu estúpida psicología inversa no funciona conmigo.

Ancla [Sasaki x Poseidon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora