XIX.

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—¿Dónde está Chu? —Poseidon no le da tiempo a su hermano de hablar, es él quien toma la palabra en cuanto se ven cara a cara.

—Beel se hartó y le inyectó unos sedantes, dijo que no podía dormir sin su padre. —responde mostrándose despreocupado incluso cuando el rubio le ve con odio por haberle puesto quien sabe qué sustancias a su hija. Finalmente, Hades señala con la cabeza la puerta a su derecha, que da con unas escaleras a la habitaciones.

—Recuerdame hablar con Beelzebub más tarde. —le avisa el griego a Kojiro mientras suben las benditas escaleras.

El japonés traga saliva, dudando desde ahora por la integridad física de ambos dioses.

Puerta tras puerta los avances están en números rojos, algunas ni siquiera cuentan con lo necesario para llamarse habitación.
En cierto punto el rubio deja de cerrar las puertas, abriéndolas con un cuidado nulo y quejándose en voz baja cada vez que no encuentra a su hija otra vez. Detrás suyo, Kojiro cierra las habitaciones que van dejando atrás.

Sin embargo, casi al final del pasillo encuentran una enorme cama con un cuerpecito inconsciente encima.

No pierde tiempo, tampoco se preocupa por olvidar el porte al casi correr en dirección a su niña. A los segundos, Poseidon está al lado de la cama, observando los lugares donde deberían estar las heridas.

Piel totalmente limpia. Menos mal.

Apenas logra soltar el suspiro de alivio reglamentario cuando ve a Kojiro avanzar hasta quedar a un paso suyo, justo después de cerrar la puerta.

—¿Cómo está? —le pregunta el japonés.

—Perfecta, es una niña muy fuerte.

—Por supuesto que lo es, es tu hija. —comenta mientras la toma en brazos, esperando a que despierte y notando que no hay poder humano o celestial que la saque del sueño.

—Nuestra... —susurra el Dios, recogiendo la liga que se desprendió de su cabello en la cama, acercándose a sujetar los dorados mechones mientras Kojiro aún la toma

—¿Quieres cargarla?

Poseidon niega lentamente, acariciando sus mejillas y limpiando el hilo de saliva que sale de su boquita.

—No tengo muchas fuerzas, demasiado tiempo y energías gastadas lejos del mar.

El humano toma asiento y le hace una seña con la cabeza para que se siente a su lado. Poseidon obedece y continúa tocando con cuidado la carita de su hija, memorizando con el tacto cada pequeña facción suya.

Kojiro no sabe dónde centrar su mirada, si en la pequeña bella durmiente o en la ligera y escasa sonrisa de Poseidon.
El Dios gana la batalla por completo cuando le toma desprevenido al acercarse a la coronilla de la niña y deja un besito, peinando una vez más el cabello totalmente despeinado.

—Ven aquí. —menciona Kojiro, poniéndose de pie y viendo al soberano dudar antes de hacerle caso.

Sin tomar en cuenta la total confusión en la que está Poseidon, el humano se pone detrás suyo y con todo el cuidado que puede manejar, coloca a la niña sobre su pecho.
Él es quien la carga, pero ella se apoya encima del corazón del rubio.

No hay tiempo para preocuparse de lo humillante que se pueda ver, mucho menos para darse cuenta de la cantidad de orgullo que está desparramando. No hay tiempo para nada de eso cuando su hija se aferra a su camisa y puede jurar que la escucha susurrar algo —o ronronear, que también es opción—.

Abraza su cuerpecito, pasando las manos por debajo de los brazos del humano. Agradece en silencio no tener que cargar con un peso extra, pues la tranquilidad y tristeza del momento le está cobrando una factura muy alta.

Su estatura y la de Kojiro son tan ridículamente similares que es bastante sencillo taparle por completo la visión.
Los centímetros extra que le saca el humano sólo son evidentes en las escasas situaciones como esta, donde el tirano baja el mentón y deja de crear esa ilusión de observar a todos hacia abajo.

Pero ni esos pocos centímetros son suficientes para que el japonés pueda ver las lágrimas que desaparecen en el cabello de la niña. Aunque viendo el otro lado, es igual de imposible que el Dios vea el silencioso llanto que cae por sus mejillas.

Así se mantienen durante minuto enteros, llorando en el mismo metro cuadrado, compartiendo penas, pero sin apoyarse en el otro por completo.

Se están despidiendo de ella. Lamentablemente lo saben a la perfección.

—¿Y si... y si no vuelve? sólo por un par de días, mientras despierta... —el hilo de voz, que abandona la garganta de Poseidon no suena para nada como el imponente tirano que todos conocen. Toma desprevenido al humano, quien toma aire antes de hablar para evitar que su voz suene igual.

—Ambos sabemos que si se queda hoy no tendremos el valor de regresarla después. —le avisa el humano, intentando alejarla del Dios un poco, pero este se aferra a ella con más fuerza— Poseidon-

—Déjame... solo un poco más.

Se lo permite, en especial porque de alguna forma Kairos no se ha hecho presente en ese momento.  O quizá si pero no se dieron cuenta, pues no tiene presencia fisica en el inframundo.

Ni los dioses saben cuánto tiempo más habría estado abrazando a su niña si no fuera porque la puerta se abre, dejando a la cabeza de Hades asomarse.

La expresión sorprendida es instantánea, aunque no es para menos con semejante escena librandose frente a sus ojos.

—¿Interrumpo algo? —Poseidon esconde la cabeza en los cabellos de Chuzenji, negándose rotundamente a qué alguien más le vea con los ojos cristalizados en lágrimas.

—¿Le molestaría darnos un minuto? —pide Kojiro, rodeando al Dios y a la niña para quedar al frente. Él sostiene a la pequeña con la fuerza suficiente para que no sea un peso en Poseidon, pero al estar enfrente, cubre la poca visión que Hades tenía de ellos.

El rey del inframundo arquea ambas cejas, pero no agrega nada más y se retira.

A diferencia del rubio, Kojiro no hizo nada para quitar, cubrir o esconder las lágrimas; mantuvo el contacto visual con Hades hasta el último segundo y después busca el de Poseidon.

Con una sonrisa y leves toques de la tela de su ropa en las mejillas del Dios, le limpia las lágrimas.

Le causa gracia que por alguna razón el rubio finge que no está pasando nada. Literalmente se queda quieto, intentando parecer indiferente, pero sin cruzar miradas con el humano que tiene la burla jalandole la comisura de los labios.

—¿Estar lejos del mar también te pone sentimental?

—Si serás hijo de... —Kojiro no le deja terminar, cerrandole la boca con un beso. En realidad es apenas un toque, pero cumple su cometido de cortarle las palabras.

Cuando ve a Poseidon rodar los ojos y suspirar hastiado, como si lidiara con un niño pequeño, agradece a todos los Dioses en los que dejó de creer por tener aún la cabeza sobre el cuello.

—Disculpa, como podrás ver tengo las manos ocupadas. —se excusa con una sonrisa.

—Cállate.

—¿Nos vamos?

El rubio observa una última vez a Chu, sonriendo tranquilo después de verla varios segundos más. Finalmente asiente, alejándose un par de pasos hasta que la niña encuentra su lugar encima del japonés.

Sin atreverse a volver a tocarla, solo por si vuelve a no poder alejarse, da media vuelta en dirección a la cama.
Toma una cobija ligera y con ella cubre a su pequeña, pasando la frazada en los hombros del humano y viendo que llega por debajo de sus rodillas.

—Sigo creyendo que es mejor idea quedarnosla. —menciona al salir dos pasos detrás de su familia.

...

alolA

Chu se nos va y paso de avisarles hasta cuando la volveremos a ver juasjuasjuas

Eeen fin, espero les haya gustado.
Gracias por leer🤍

Ancla [Sasaki x Poseidon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora