X.

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La mañana no alcanza a asomarse cuando en su cama aparece Chuzenji, un vistazo a su hija y la pijama que aún trae puesta es suficiente para que el rubio se limite a hacerse a un lado. Debajo de la cobija la niña se acomoda entre los brazos del Dios, cambiando de a poco la almohada por el pecho de su padre.

Un poco más tarde, para ser precisos diecisiete minutos después, la puerta de la habitación de abre dejando ver a un agitado Kojiro que acaba de correr hasta ahí, presa del pánico por despertar sin Chuzenji al lado.

Menos mal no ha despertado a ninguno de los dos, pues sería algo difícil explicar porque se queda en silencio, observándolos, desde el mismo sofá que usó la última vez que estuvo ahí.

La rubia por ocasiones se mueve buscando el cuello de Poseidon, escondiendo ahí su rostro y soltando sonidos que sin problema podrían pasar como ronroneos.
Si algo ha aprendido al ver dormir unos minutos al rubio cada mañana antes de que sea brutalmente despertado, es que el título de tirano siempre se queda fuera de la habitación. Debajo de las sábanas es solo un hombre muy cansado, o en estos casos, un padre agotado con el único deseo de que su niña duerma tres siglos con él.

La mano del Dios sube hasta la cabeza de su hija, aún en medio de sueños se dedica a acariciarla, como si velar por su tranquilidad fuera una acción predeterminada en su sistema.

Verlos si su habitual energía, que aunque dirigida a ámbitos distintos sin duda comparten, es mucho más curioso ahora que tiene la seguridad de que en algún momento ese par de personas llevarán el mismo apellido que él.

Mientras los ve abrazarse le parece aterradora la facilidad con la que puede imaginar a una tercer cabecita por ahí. Su pequeña Zosi.

Durante toda su vida supo que la familia Sasaki daría fin con él, sin intenciones de reproducirse, murió afirmando su teoría. Jamás se habría imaginado que para llegar a este punto tendría que, literalmente, revivir y enfrentar a Dios en batalla.

Se pone de pie y se acerca, con los días está claro que ha invertido noches enteras a observar a su pequeña hija y memorizar cada detalle de su carita, en especial cuando creía que algún día desaparecería y no la volvería a ver jamás.

Sus pestañas, que aunque no son demasiado largas, enmarcan sus bonitos ojos con el mismo color que su cabello. Sus mejillas son redondas, pero no lo suficiente para afirmar que seguirán así en unos años. Su naricita que muestra pruebas verídicas de que algún día tomará la forma exacta que la de Poseidon.

Desearía saber como es exactamente Zostera. La puede imaginar, pero su corta creatividad solo forma una versión más joven de Chuzenji.
Ahora mismo anhela más que nada conocer las pequeñas diferencias que identifiquen a cada una de sus hijas.
¿Alguna tendrá cejas más pobladas? parece ser que la presencia de Poseidon en sus ADN es mucho mayor a la suya, por lo tanto lo duda bastante. Pero jamás se quejará de ello, sus hijas son preciosas y no existe humano, Dios, semidiós, demonio o criatura que le pueda decir lo contrario sin salir mal parado en el intento.

¿Zostera tendrá algún color en sus labios? Tanto Chuzenji como Poseidon carecen de cualqueir tipo de rosado en sus bocas, haciendo casi uniforme su tono de piel a excepción de los ojos.
Cuando termine el desarrollo de ambas, ¿quién será más alta? ¿en algún momento crecerán hasta alcanzar su estatura o la de Poseidon? le encantaría ver a sus hijas ser unas mujeres que aterran tanto como su padre, sirve que ningún hombre se les acerca, pero también sería genial poder seguir abrazándolas contra su pecho durante muchos, muchos años.

Pero justo al lado de su niña está la única persona que le puede llevar hasta ella.
¿En qué momento desaparece la línea que le divide como compañero temporal en el cuidado de Chuzenji y le hace nacer sentimientos reales?
No desea pensar en una opción en concreto, es aterradora esa posibilidad, pero existe, y de madrugada a todos se les da por pensar los peores escenarios.

Ancla [Sasaki x Poseidon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora