XXXIV.

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El tiempo no debería tener permitido pasar tan rápido, mucho menos cuando la vida es tan sencilla.
Parece que fue ayer la realización del primer Ragnarok amistoso, dónde por una tonta apuesta pérdida, Odin habría de pasar dos semanas como humano.

Nadie se imaginaría que la siguiente reunión de Dioses supremos contaría con la presencia de un representante humano: Qin Shi Huang, el emperador de China que venció a Hades.
Mucho menos creerían que la causa de esta junta sería para organizar el aniversario luctuoso de los caídos en el Ragnarok: Adán y LuBu.

Sin embargo, los temas de la superficie le importan muy poco al fondo del océano cuando el soberano de los mares sobrepasa el medio día sin levantarse de la cama.
Es Kojiro quien abandona la habitación que hace meses comparten, descubriendo a parte de los sirvientes haciendo guardia a la tetera con el té favorito de Poseidon. No importa que tanto cambien las cosas, nadie interrumpe en la habitación de su majestad.

—Buenas tardes. —saluda, con una ligera sonrisa amable.

—Buenas tardes. Kojiro, ¿cómo sigue el señor Poseidon? ¿sabes si necesita algo? —es Oryza el primero en acercarse a ofrecer ayuda, aunque es visible el interés general por el estado del rubio.

Y es que como no estarlo. Un día una sirviente escuchó al soberano contarle a Kojiro la razón por el cambio en su trato: haga lo que haga, ellos serán parte del entorno en el que crecerán nuestras niñas, son parte de su familia.
Y por supuesto, demoró nada en contarle al resto.

Cada rincón del mar se dio cuenta del cambio en su rey: esas reuniones para escuchar a las ninfas, ese interés por resolver problemas entre especies y esas negociaciones con Dioses que reinan en playas e islas para evitar el daño a sus mares no pasaron desapercibidas para nadie.
Poseidon había cambiado.

Sin embargo, seguía siendo tan reservado como sólo él puede serlo. Seguía manteniendo su porte y frialdad ante cualquier cosa. Su tono jamás cambia.
Sólo su gente es capaz de ver al Poseidon considerado que detrás de esa máscara de hielo, es un Dios justo, bondadoso y con más piedad de la que están acostumbrados.

Es por eso que para ese momento, nadie duda en ofrecer su más sincera ayuda a lo que sea que su señor requiera.

—Sólo está agotado, chicos, descuiden. —ni Kojiro puede dejar pasar el intercambio de miradas entre los sirvientes. Cuando cae en cuenta de sus palabras, suelta una carcajada— No, no es lo que están pensando.

—Disculpa, Kojiro, pero conociendo sus antecedentes, es difícil creerte. —comenta un joven, sacándole risas a los más antiguos trabajadores.

El pelinegro rueda los ojos y le recibe la charola con la tetera y unas tazas a la mujer que se la ofrece.

—Los veo luego, degenerados, les agradecería no hacer mucho ruido por si su majestad despierta.

—¿Nos recriminas a nosotros el ruido, Kojiro? ¿quieres qué te recordemos por quienes ya no venimos en la noche?

...

—Niño... ni~ño, ¿estás vivo? —Kojiro intenta agitar de forma suave el cuerpo de su rubio, quién duerme boca abajo como cadáver flotando en un río.

—¿Me dejas en paz? —responde el Dios, hablando contra la almohada.

—¿Te dejo en paz?

Después de unos segundos en silencio, Poseidon contesta:

—No... cállate y ven. —al colocarse de lado, deja el espacio justo para que Kojiro se acueste a su lado y él pueda aferrarse a su cuerpo.

Ancla [Sasaki x Poseidon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora