XXIII.

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A pesar de que le parece un poco extraño, Kojiro no piensa demasiado en la falta de servidumbre en el palacio cuando despierta y baja a la cocina.
El platillo que leyó justo la noche pasada no se cocinará solo y muere por probarlo.

No hace falta mencionar como fracasa y el xiaolongbao ahora parece una sopa de 'que sea lo que Dios quiera'.
Aún así, tiene buen sabor, no es nocivo para la salud y, si nadie pregunta qué se supone que es, hasta maneja buena pinta.

Cuando ve al rubio aparecer por la escalera se encuentra sirviendo un segundo vaso de agua de sandía.

—Buenos día~s. —saluda con una sonrisa, ofreciendo con la mano el asiento vacío justo al frente.

No cae en cuenta de lo que pasa hasta que nota al griego avanzar apoyándose de lo que está a su alcance. Lo ve dejarse caer en la silla de enfrente y suspirar cuando su cabeza se entierra entre sus palmas.

—¿Estás bien?

No le responde, tan solo estira el brazo hasta el vaso de agua y la bebe toda de un trago.

—Irás a Japón una semana.

—Es... ¿pregunta?

—Aviso. Has las maletas que necesites, sales a medio día.

Aunque el japonés desearía pensar que se mantiene sentado ese minuto entero porque medita elbcomer, o porque aprecia un poco su compañía, sabe perfectamente que es porque no sabe cómo ponerse de pie sin humillarse en el proceso.

En un acto de solidaridad, Kojiro se va y finge buscar algo a la cocina, dándole tiempo de retirarse sin pena alguna.
Aunque claro, desde el marco de la puerta se asegura de ver el problema.

Son las piernas de Poseidon, parecen estarle fallando.
¿Se habrá lastimado?

—¡Hey, niño! —frunce el ceño al observar como sus palabras parecen asustar al rubio, haciendo visible el escalofrío que le recorre—  ¿seguro que estás bien?

Sin perder tiempo toma un vaso con agua y, a paso veloz, llega hasta donde el Dios. Entre más se acerca puede notar como el equilibrio de Poseidon es más difícil de mantener. Al estar a su lado ve claramente como se sujeta de una silla de la mesa.
Le ofrece el vaso, mirándole aferrarse a él y llevarlo hasta sus labios.

—¿Estás enfermo? —ignorando cualquier límite, aleja el cabello de la frente ajena y usa su palma para medir la temperatura.

Está hirviendo.
Con la mano restante lo sujeta por el codo, intentando ser alguna clase de apoyo, por si las dudas.

Apenas lo observa tomar un poco de aire, con el labio temblando ligeramente, antes de que un golpe aleje su mano.

¿De dónde sacó la fuerza?
Kojiro se pregunta exactamente lo mismo.

—No me toques. —suelta bajito.

—Creí que ya habíamos pasado por esto. —responde en un suspiro— Quedamos en algo. Compañeros, ¿lo recuerdas? no te puedo ayudar si no me dices que te pasa.

—No quiero tu ayuda.

—No es sugerencia, estamos juntos en esto, si enfermas ¿cómo sabremos los efectos exactos de tu celo? —la mandíbula de Poseidon se aprieta, quizá arrepintiendose por primera vez de no haberle explicado el concepto de celo.

—Solo necesito que te vayas a Japón, cuando vuelvas prometo explicarte todo. —es el rubio quien busca el contacto visual y lo mantiene, relajando sus facciones al pedirlo— Kojiro, porfavor, vete.

Y Kojiro se descubre incapaz de negarse a él.

...

Bueno y malo por lo general no son términos en los que Poseidon puede dividir sus acciones, pero es justo lo que hace ahora.

Ancla [Sasaki x Poseidon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora