XVIII.

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—Necesitamos su ayuda, Kairos.

El anciano parece observar un punto fijo en la pared, sin prestar atención a las palabras de Kojiro, importandole poco que sea la cuarta vez que las repite.

—Yo me encargo... —Poseidon hace ademán de levantarse, pero es sujetado por el antebrazo y obligado a sentarse de nuevo por la mano de Kojiro.

Entre más tiempo pasan lejos del mar, parece empeorar su humor y, siendo honestos, el japonés no sabe cuánto tiempo más podrá evitar catástrofes.

Una mirada que grita por todos lados advertencia le recuerda a Poseidon el trato. "Déjame hablar a mi, no queremos que nuestra única opción nos odie, ¿o si?"
Para su desgracia, aceptó y ahora tiene que limitarse a observar a un anciano loco con la mirada perdida.

—Morirá... —comenta Kairos, haciendo que ambos vean en dirección a la pared.

Sin embargo, se percatan de que no observa cómo tal la pared, sino la araña que se acerca a un bebé sobre la silla de una mesa.

Ambos se miran, cuestionandose quien de los dos abandonará la escena para matar a la araña sin perder de vista a Kairos.

—No se molesten. —les dice con una sonrisa el hombre, viéndoles fijamente— Los momentos cruciales de la vida suelen ser desgracias...

—Tengo que ir al baño, con permiso. —el rubio se pone de pie, dejando al par de hombres restantes solos.

—Queriamos pedirle su ayuda. —reitera Kojiro un par de segundos después, mientras reza para que la atención de Kairos esté en él al menos un minuto.

—Chuzenji Sasaki... últimamente la he visto bastante. Una niña excepcional, si me lo preguntan, lástima que cargue con ese talento para meterse en problemas.

El japonés ríe, sin duda esa es su hija.

—Entonces no hace falta explicarle la situación, ¿verdad?

El silencio de Kairos le avisa que sus plegarias no fueron escuchadas. Él observa de nuevo al pobre bebé.
Y a Poseidon, que regresa con araña en mano.

Detrás de él la escena se desenvuelve con calma, cómo un marco de bosque en llamas.
La madre de alguna forma vió a la araña cerca de su pequeño, convencida de que fue lastimado, revisa cada centímetro de su piel visible. Totalmente aterrada.

—¿Lo picó? —pregunta Kojiro una vez observa al rubio tomar asiento, este niega y señala a Kairos con la cabeza.

El viejo ve a la mujer salir huyendo, con bebé en brazos, dejando atrás parte de sus cosas.

—¿En qué estábamos? —retoma el anciano, intercalando la vista entre ambos hombres.

—Chuzenji...

—Ah si... quieren regresarla con sus padres.

—Nosotros somos sus padres. —interviene Poseidon.

Como si ya supiera que iba a tomar la palabra, antes de que hablara, Kairos ya tenía la mirada fija en Poseidon. Le observa con una expresión que nadie se había atrevido a dirigirle.
Le observa con pena, tristeza y lástima.

—No lo eres. No eres el padre de la Chuzenji que conoces.

Le encantaría responder algo, quejarse, negar las palabras del tiempo.
Se dice que los ojos son las ventanas del alma, pero los ojos de Kairos parecen las ventanas de su alma. Como si no pudiera atacar esas palabras, está una versión honesta y cruda de sí mismo. Es aterrador.

¿Kojiro verá lo mismo?

—Quiero firmar un contrato con Zostera.

Una vez más se observan, Poseidon y Kojiro, codo a codo dicen al unisono:

Ancla [Sasaki x Poseidon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora