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Sus días eran iguales últimamente, pero contrario a lo que se pudiese pensar, no estaba abrumada por ello

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Sus días eran iguales últimamente, pero contrario a lo que se pudiese pensar, no estaba abrumada por ello. La rutina a la que ya se había prendido era el respiro de aire fresco que tanto necesitaba. Despertarse temprano, cambiarse con las prendas limpias que aún le quedan para entrenar, abandonar su habitación para ir a buscar a Nobara en la suya— y despertarle en caso de que siga en la comodidad de su cama —para después marcharse juntas a tomar el desayuno. Sin mencionar que le había insistido a su amiga para que las dos tomasen el camino que "casualmente" quedaba por la habitación del pelinegro, al que saludaba con un movimiento de mano cada que tenía la fortuna de encontrarse con él.

Le gustaba entrenar al lado de los de segundo, tanto que estaba segura de que se sentiría nostálgica una vez que toda su preparación para el encuentro con los de Kioto se terminará. Esperaba que, a pesar de eso, pudiese mantener la relación que había formado con ellos en estos días. No solamente porque sentía que le era más sencillo identificar sus fallas si ellos estaban cerca, sino, que también disfrutaba de esperar la discusión tonta del día entre el trío de mayores. Era agradable tenerles cerca, a pesar de que aún seguía sin comprender porque Panda le soltaba miradas extrañas cada que estaba cerca de Megumi.

Justo ahora, su brazo está entrelazado con el de Nobara, como si fuesen dos niñas pequeñas caminando juntas durante su descanso. Detrás suyo, Fushiguro las sigue admirando la manera en la que los mechones castaños bailan de un lado al otro por la ligera brisa en el ambiente. La anaranjada sacude a la rosada cuando ambas pasan cerca de las máquinas expendedoras, implorando que se detenga para poder comprar algo.

—Sería lindo ir a una cafetería en vez de comprar bebidas en lata—menciona mientras busca el dinero que supuestamente había colocado en alguno de sus bolsillos. Un golpe mental le hace recordar que al de ojos azulados no le agradan los postres —. Pero a Megumi no le gusta nada dulce.

—Entonces que no vaya —le contesta Kugisaki con tono obvio. Ella ya ha sacado su bebida de la máquina.

El pelinegro suelta un murmullo al escucharla.

—Podríamos ir solo nosotras, pero es más sencillo sacarle la tarjeta a Gojō si somos tres lo que se lo pedimos. Además, ¿irías si consigo que Nobara escoga un sitio normal y no a uno en el que los postres cueste lo mismo que una cena para cinco?

COMPASS━━━ Megumi FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora