06. Cuerpo Y Alma.

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Formamos Uno Y Jamás Te Soltaré.

Observa maravillado tras el gran ventanal, Manhattan es realmente hermosa bajo el cielo nocturno.

Tras unos pocos minutos manejando, llegaron a un edificio residencial donde Emilio compró su primer departamento y, después de varias negociaciones y con el dinero suficiente, adquirió el edificio completo.

- Es lindo, ¿Verdad? - Habló en un susurro, abrazando por la cintura a Joaquín y apoyando su barbilla en el hombro.

Joaquín asintió y se dejó envolver por el calor de Emilio, apoyando su espalda en el pecho y acurrucándose.

Una pequeña sonrisa divide su rostro, en su vida llegó pensar en amar a alguien de tal manera como lo hace con Joaquín. Tuvo tantos amoríos, relaciones que nunca fueron duraderas es más, jamás llegó a considerar la idea de casarse hasta que su padre se lo pidió.

Pero con Joaquín todo es diferente, ese choque de sus miradas en el restaurante, fundiéndose y gritando todo lo que no podían con la voz, después el incidente con su camisa, la noche anterior y hoy, abrazados frente al ventanal mirando la ciudad.

Sus impulsos lo llevaron a girar su rostro y besar el cuello cálido donde el aroma a castaña es más intenso, sintió el cuerpo ajeno temblar y eso le dió más valor, reparte besos húmedos y cepilla con sus dientes la piel, lo hace con tal cuidado y pasión que todo el calor le sube a la cabeza, quiere más, necesita más...

Voltea el cuerpo entre sus brazos y quedan frente a frente, aprecia cada detalle del rostro de su amado, sus mejillas sonrojadas cual un par de manzanas, su nariz fina, esos ojos que le miran con pasión y deseo, con las pupilas tan dilatadas que a penas se distingue un hilo de color miel y sus labios, tan ansiosos por un beso, el color cereza le incita a morder, a explorar y degustarse con el dulzor de la boca ajena.

Sus manos ávidas acarician la espalda baja, a los costados y se pierden bajo la camiseta de franela que cubre el torso.

Sus sueños no le hacen justicia a las sensaciones que le provoca la piel suave bajo sus palmas, esa calidez al explorar con sus dedos todos los lugares que le sean permitidos, cuantas ocasiones imaginó poder estar así, suplicando con su mirada poder avanzar, poder tocar aquellos rincones escondidos, besar con pasión la piel húmeda y perderse entre sus piernas.

- Hazlo... - Susurró, acercando su rostro hasta que sus labios rocen, disfrutando del aliento masculino y ese aroma a mar.

- Joaquín... Una vez empiece... No voy a poder detenerme... - Se sentía morir cuando el movimiento de sus labios al hablar le provocan una corriente eléctrica al rozar con los labios de Joaquín.

- Y yo no quiero que te detengas... - Impulsó su pecho hacia delante cuando ambas manos de Emilio se posaron con duda sobre sus pectorales.

Con todos sus botones presionados y sin ningún atisbo de duda unió sus labios, besa con vehemencia y pasión, degusta las sensaciones que provocan sus movimientos.

Sin interrumpir el vaivén de sus labios, sus dedos fueron hasta los botones en la camiseta de Joaquín, desabrochando cada uno tan rápido como se lo permiten sus dedos.

Cuando todos los botones estuvieron sueltos se separaron y Emilio apreció toda la imagen frente a él. La camiseta abierta deja expuesto el torso de Joaquín, la piel blanquecina brillando por las luces de la ciudad, su pecho subiendo y bajando a causa de su respiración acelerada.

Las palmas de sus manos pican por explorar toda esa piel y no dejar ni un rincón libre, lentamente acercó sus dedos hacia los hombros de Joaquín, deslizó con cautela las yemas y con ello terminó de quitarle la camiseta.

Latidos | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora