01. Ramo De Novia.

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El Color Avellana De Tus Ojos Me Hizo Suspirar.

El sol empieza a adueñarse de la mañana en Nueva York.

Observa atentamente cada detalle del lugar.

Al aroma fresco del bosque entra por sus narices.

- Disculpe, ¿Puedo ayudarle en algo?.

La voz de una mujer le sacó de sus pensamientos, automáticamente recordó el porqué está ahí.

- Lo lamento, vengo a entregar éste arreglo floral para el señor Geller - Habló con vergüenza mientras se acerca con sutileza hasta el mostrador.

- Claro, vienes de la floristería Sunshine, ¿Verdad? - Su tono de voz se volvió amigable, sostuvo el arreglo y lo colocó a un lado del mostrador, recibiendo un asentimiento como respuesta - Muy bien, el señor Geller le depositará lo más pronto el pago del arreglo.

Joaquín estaba confundido, Renata no le había explicado como funcionaba el método de pago con la familia Geller, solo mencionó que eran clientes de sus padres y nada más.

Sin obtener más detalles, se despidió con cortesía y procedió a salir de ahí.

Inmerso en sus pensamientos, no atinó en las personas que se mueven a su alrededor hasta que impactó con torpeza contra alguien que le sostuvo con delicadeza para evitar que cayera.

- Lo siento tanto, debí fijarme por donde...

Todo se detuvo en el instante que levantó la mirada para ver con quien había chocado.

Su mandíbula parecía tocar el suelo.

Las fibras de su cuerpo ardían con el calor del cuerpo ajeno.

Un rostro tan perfecto frente a sus ojos incrédulos.

- ¿Estás bien?.

Oh... Esa voz... Sus sentidos se dislocan.

Un tono sensual, con el afán de seducir, firme al pronunciar las palabras.

- Señor Geller, el licenciado Camelo nos espera.

- Adelantense, yo iré en un momento.

Sus ojos no dejaron de mirarse.

El avellana y la miel, sus respiraciones mezclándose por la cercanía, dulce y fresco.

- Eres divino...

Soltó de repente y rápidamente su mente regresó a la realidad, la vergüenza azotó su cuerpo y en sus mejillas apareció el carmín brillante.

Poco a poco se fue separando, mirando a cualquier lado que no sea aquel hombre.

- Vaya, es la primera vez que una lindura como tú me lo ha dicho - Habló con gracia, anhelando volver a tener entre sus brazos el cuerpo delgado una vez se separaron por completo - Y tú... Eres un ángel - Se tomó el atrevimiento de acercarse, inclinarse hasta el rostro y susurrar cerca de la oreja - Me encantaría compartir más tiempo contigo pero tengo una reunión importante y mi camisa está llena de malteada de chocolate.

Latidos | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora