La mantis y la hormiga

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Un gran día comenzó con el "Chin Chin" de bolsas repletas de el tan ansiado dinero que casi todos los miembros de la caravana estaban esperando.

Ese gran momento en el que un insecto podía sentirse satisfecho y recibir una recompensa por sus esfuerzos.

—Atención, Atención.— Carraspeo Malvin parándose encima de un banco con el que pretendía verse más alto.— Nos ha costado mucho, diría que incluso la vida llegar aquí, y a pesar de que su eficacia ha sido cuestionable— Lanza una mirada furtiva a Sharik y a Dimir — Hoy me siento particularmente generoso, así que les aumente el sueldo— Malvin se nota bastante animado —2500 Geo y 1500 Vestigios.

Malvin esperaba grandes aplausos y ovaciones con una mueca arrogante.

Pero en lugar de eso vinieron otra clase de comentarios —Uhh parece que alguien está de buen humor— Murmuró Sharik a un nivel muy audible.

El pulgón gruñó.

Luego Vyne agregó —Ay pilluelo, quien diría que el cascarrabias de Malvin tendría una dama todos los días esperándolo a su alcoba. Eres todo un bribón—

—¡Guarden silencio de una vez, o cambiaré mi opinión!— Ante la amenaza todos guardaron silencio. —"Ejem"— Se aclaró la garganta para seguir hablando —Aún así, no se confíen, estoy siendo caritativo pero todavía quedan cosas que hacer.

Todos los presentes asintieron. A la vez Malvin daba la vuelta entera para ver a Salvia quien se había quedado parada frente a una colina, contemplando la ciudad tan majestuosa que se alzaba en el horizonte y para deleite de sus ojos.

—Mantis— Saludó al llegar junto a ella con un inusual tono deferente que le mostraba más cordialidad —Admirando el valle de los caídos por lo que veo.

Salvia frunció el ceño al escuchar su voz, pero su instinto que percibió el cambio de tono en las palabras de Malvin suavizó su expresión, aunque no entendiera a qué venía ese cambio —Así que esto es el valle de los caídos...— Un inusual brillo de esplendor se iluminó en sus ojos

Ella estaba parada sobre una montañosa duna con inclinación moderada que llevaba a una gran extensión de desierto completamente llano. Nada rompía con la plana simetría de aquel lugar, salvo por un trozo de piedra que ostentaba un brillo translúcido que le recordaba al verde esmeralda de los cactus, no, era incluso más vivo y brillante que el verde de un Cactus.

Salvia se sintió de inmediato atraída hacia aquella fastuosa piedra, era una hermosa eventualidad en un desierto de colores tan monótonos. Transparente como rocas de la arena al fundirse en un día de sol abrazador, tan vivo como la vegetación que crecía en el oasis en el que nació, y tan monumental como una montaña

Una joya, en todo el sentido de la palabra. Bella y con un aura de poder, semejante a los ojos de las bestias que atrapan tu mirada en la oscuridad de la noche.

Pero eso no era lo único que llamaba su atención, lo otro era una perturbadora y algo macabra visión de cadáveres de gigantes justo debajo de aquella brillante piedra. Era asombroso pero a la vez la ponía a temblar la sucesión de cuerpos de gran tamaño con los que se cruzaba.

Y entonces supuso, con frío razonamiento, que aquellos imponentes y solitarios caparazones deberían ser lo que le daban el nombre a aquel valle. Bastante adecuado.

Sin embargo no era por eso por lo que aquel valle era tan especial para los insectos como Malvin, se trataba de las diminutas e imperceptibles obras de los insectos que profanaban el descanso de los gigantes caídos. Aunque difícil de ver desde la distancia había una gran y próspera ciudad apostada alrededor de los cadáveres y también, habían signos de que habían sido construidas estructuras dentro de ellos.

Los Dos LordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora