7.- Caminos del pasado en el presente.

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JAYDEN 

Mi padre se mantuvo en su posición de no aceptar mis piezas en su galería, y con mi orgullo tocado, tampoco volví a enviarle ninguna otra escultura. Él abuelo me insistió en que no debía ser tan orgulloso, que mi padre solamente busca lo mejor para mí y que no desea que nuestra relación se afecte por el boxeo.

Sin embargo, no hice mucho por arreglarlo. Me concentré más en los entrenamientos, cumplí con todas mis obligaciones de la universidad y tres semanas después, me encuentro aquí, en la sala detrás del estadio en el que miles de personas aguardan por la pelea que se llevará a cabo en unos momentos.

—¿Estás bien? —inquiere Robie.

—Estoy bien —respondo moviendo el cuello —solo estoy nervioso.

—Es entendible —dice el con una sonrisa —pero no olvides todo lo que hemos trabajado.

Asiento. Robie se aparta y entonces deslizo la mirada hasta el espejo que está justo a un costado.

He tenido que aumentar el peso, los músculos de mi cuerpo se notan más firmes, mi complexión mucho más gruesa que antes. Tomo una inhalación cerrando los ojos por un par de instantes en los que me repito que esta es una pelea más, una de tantas que tendré en mi carrera.

—El arbitro debe de estar por llegar pronto —anuncia mi abuelo —sabes las reglas, no olvides todos lo que hemos practicado, guarda tus mejores golpes para el final y...

La puerta se abre, espero ver al árbitro entrar, pero, por el contrario, mi padre aparece. El abuelo y papá se miran por un corto tiempo, y parecen entender algo porque el abuelo pide que nos dejen solos.

Mentiría si dijera que no esperaba verlo aquí, mi padre ha estado en todas mis peleas, no ha faltado ni a una sola, así que verlo aquí, me alivia un poco.

—Hola —dice acercándose —¿estás listo?

Asiento. Papá da un par de pasos hasta conseguir quedar frente a mí. Las esquinas de sus ojos se estrechan cuando me mira, y un par de instantes después, una sonrisa se curva en sus labios.

—Lamento haberte gritado —susurro —no quise que discutiéramos.

Él asiente, me da una sonrisa comprensiva y extiende la mano para colocarla sobre mi hombro. Mi padre y yo no solíamos discutir con demasiada frecuencia, de hecho, pocas veces lo hacíamos.

No puedo quejarme del padre que es, nunca he tenido un recuerdo de un mal trato de su parte. Papá siempre se ha preocupado por darnos todo lo necesario, por hacernos sentir queridos. No recuerdo que me haya levantado la mano, o gritado alguna vez.

—Lamento haberte dicho que no enviaras más piezas a la galería —se disculpa —pero estoy preocupado, Jay. Entiendes eso, ¿no?

—Lo entiendo.

—Sé que tu abuelo también se preocupa por ti, sé que te hemos hecho creer que eres invencible, te hemos dado tanta confianza y estoy tan orgulloso, Jay —deja un apretón en mi hombro —pero las cosas no siempre resultan como deseamos. A veces todo es una mierda, hijo, y debes estar preparado para enfrentar ese momento. Si todo el tiempo crees que vas a ser vencedor, cuando algo falle, no sabrás manejarlo. Y no quiero eso para ti.

Sus palabras son suaves pero firmes, no hay ningún rastro de reproche, solo una preocupación genuina.

—Tienes que saber que muchas veces estaremos arriba, y en otras, tendremos que continuar desde lo más bajo —su mirada profunda se conecta con la mía —espero que esta noche te corones como el campeón, pero independientemente del resultado, tú ya eres un ganador, hijo.

UppercutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora