14.- Un asunto de ojos verdes

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JAYDEN

Sus labios se encuentran con los míos, afianzo el agarre en su cintura como si eso me garantizara el poder tenerla cerca de mí, evitando que se aparte. Siento sus manos en la parte posterior de mi cuello haciendo presión.

Un sabor a fresas se apodera de mi paladar, su delgado cuerpo contra el mío me provoca un grado de necesidad por sentirla más cerca.

El movimiento es sincrónico, lento, como una suave danza. Un movimiento que cobra intensidad, y solo se detiene cuando el oxígeno es insuficiente.

Sus ojos conectan con los míos, espero cualquier cosa, una mirada de disculpa, una llena de ira, espero que se aparte o golpee mi pecho, que haga algo más que quedarse con las palmas contra mi pecho, mirándome como si estuviese procesando lo que acaba de ocurrir.

La mirada verde que me trae obsesionado parece encenderse ante una emoción desconocida. Cada fibra de mi cuerpo se ha encendido con el contacto de sus labios, no aparto la mano de su espalda, aún la sujeto contra mí, y ella no hace absolutamente nada por librarse.

Esta vez soy yo quien inclina el cuerpo hacia ella, y atrapo sus labios por segunda ocasión. Ha dejado de ser un movimiento suave, mis labios se mueven contra los de ella con una necesidad que no sabía que podía sentir.

Algo explota en mi pecho, algo se retuerce con furia en mi interior y me lleva a un lugar que nunca antes he visitado, mi brazo sigue envuelvo en su cintura, siento las manos de Tess viajar desde mi pecho a través de todo mi cuello hasta perderse en mi cabello.

—Jayden...—mi nombre brota de sus labios en un jadeo cuando se aparta.

—Reinita —permanecemos así, tan cerca con la respiración agitada y sintiendo que el suelo se mueve bajo nuestros pies.

Tessandra cierra los ojos y me permito recorrer su rostro, viajar por cada diminuta peca que se esparce por sus pómulos, su entrecejo se frunce levemente y luego hecha la espalda hacia atrás.

Le permito liberarse, deslizo la mano con suavidad hasta colocarla sobre el hueso de su cadera. Cuando vuelve a mirarme, las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba. Mostrándome un gesto que hace que el pecho se me retuerza con furia.

¿Qué ocurre conmigo? ¿Desde cuando besar a una chica me desestabiliza tanto?

—¿Y bien? ¿Qué se siente? —mi comentario rompe la tensión creada entre nosotros, Tessandra ríe, sus hombros se sacuden y el sonido tan natural me hace sonreír a mi también.

—Como una maravilla —confiesa dando un par de pasos para apartarse —pero no te des la gran importancia, campeón.

Sonrío desviando mi atención hacia la ciudad que reluce a la lejanía.

—Las cosas no se pondrán incómodas ahora, ¿verdad? —hay un dejo de preocupación en su voz, así que la miro.

No parece arrepentirse de lo que acaba de pasar, doy un paso hacia ella y eleva el mentón como si quisiera demostrarme que no va a retroceder.

—¿Por qué habrían de ponerse incómodas? —ladeo la cabeza, extiendo la mano hasta atrapar uno de sus mechones. Le doy un par de vueltas en mis dedos y luego lo acomodo detrás de su oreja.

La mirada de Tess se ilumina, y juro que ver el deseo en sus pupilas me vuelve más loco de lo que pude prever.

Nunca consideré a Tessandra Green como algo más, es decir, la chica es preciosa. Deslumbra con solo aparecer y tiene un aire lleno de control y poder que resulta atrapante. Pero somos tan...similares.

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