39.- Llegar al final.

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JAYDEN

Dolor.

Eso es lo que primero que siento apenas mi mente reacciona.

Dolor. Mucho dolor.

Escucho el quejido que brota de mis labios, tomo una inspiración y el pinchazo en mis costillas duele tanto que vuelvo a quejarme.

—¿Jayden? —me relajo al escucha la voz de mi padre —Oh, Dios, Jay.

—¿Papá? —mi voz sale ronca, demasiado débil.

Intento abrir los ojos, pero la luz blanca me ciega, aprieto los párpados sintiendo el ardor en mis pupilas. Trato de tomar otra respiración, pero el dolor se presenta otra vez y vuelvo a quejarme.

—Duele —susurro.

—Sí, lo sé —siento la mano de mi padre envolverse en la mía —lo sé, pero pasará. Va a pasar.

Parpadeo, me toma varios segundos acostumbrarme a la luz y para cuando lo consigo, los médicos ya me han rodeado. Hacen preguntas, acercan lámparas a mis ojos y un par más revisa algo en los monitores.

Mi mente se siente confusa, mi cuerpo duele así que estoy más aturdido de lo que me gustaría. Los doctores hacen preguntas que apenas y puedo responder porque mi mente está concentrada en el dolor, dicen cosas que realmente no entiendo y solo siento el dolor y la debilidad en mi organismo.

Las enfermeras colocan pequeñas lámparas que me lastiman la visión y quiero pedirles que me dejen en paz porque siento que no sé qué rayos está ocurriendo.

De pronto fragmentos de recuerdo vuelven, mi cuerpo se tensa por instinto ante la oleada de las imágenes mentales que tengo sobre lo que me ocurrió.

Sus golpes, sus manos ahogándome...él intentando asesinarme.

—Hey, Jay —abro los ojos al escuchar la voz de papá —está bien, ya estás a salvo —dice y mi respiración se agita causando más dolor —ya estás a salvo, campeón.

—Él intentó...

—Lo sabemos —dice acercándose —pero ya no puede hacerte daño, no va a hacerte daño nunca más.

Aprieto los párpados, la férula en el brazo me impide moverme, siento una presión en la muñeca izquierda y reconozco una venda. Cuando me atrevo a mirar mi piel, veo los patrones morados a lo largo de mis brazos.

La puerta se abre y deslizo mi atención hacia ahí, una sonrisa crispa mis labios al ver a mi madre, luego a mis abuelos.

—Hola, mamá. Hola, abuelo.

—Mi niño —mamá es la primera en acercarse, mira por un tiempo la férula antes de decidirse a darme un abrazo que se siente realmente bien. —despertaste, realmente lo hiciste.

—Me parece que si —trato de sonreír un poco más, mi voz brota débil, pero parece que a ninguno de ellos le importa eso.

—Jay —cuando observo a mi abuelo, lo observo contraer el rostro con emoción, es la primera vez que lo veo tan vulnerable, tan frágil.

—Estoy bien —ni yo mismo me creo las palabras, pero parece que es lo que él necesita escuchar.

Mamá se aparta un poco para permitirle acercarse y cuando lo hace, él tampoco duda en abrazarme.

—Creí que te perdería —dice y sus ojos me revelan la sinceridad de mis palabras —realmente pensé que iba a perderte, Jay.

—Los Lewis no nos dejamos vencer tan fácil, ¿recuerdas? —arrugo al frente cuando mis costillas vuelven a doler, me he olvidado por un momento del dolor, pero este vuelve igual de fuerte que la primera vez.

UppercutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora