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Capítulo VIII

Mew había ido a la recámara que había alquilado Franz pero cuando llegó, él no estaba ahí. Sin embargo, tal parecía que su ex pareja había sospechado que en algún momento iría a verlo pues había una nota sobre la cama que decía su nombre.

"Amor mío: salía de compras a la ciudad de Alejandría porque me dijeron que había una exclusiva tienda con impresionantes trajes para novios. Recuerda que nuestra boda es dentro de poco y como sé que te gusta mucho Egipto, quiero usar un traje tradicional de este país. Si no llego a dormir me quedaré en un hotel de Alejandría. Volveré pronto, extráñame mucho. Te amo.... Franz, tu hermoso prometido".

Mew leyó la nota y mentalmente agradeció que esa noche Franz estaría lejos. Salió de la habitación y se dirigió a la de sus amigos. Tenía mucho que pensar, la actuación que había tenido Gulf allá abajo había desencadenado una serie de sentimientos que no sabía que tenía o que más bien nadie más había logrado provocar. Estaba molesto y celoso, pero al mismo tiempo afligido y no dejaba de sentirse culpable sobre todo por lo que Johan le había dicho antes de partir a escuchar la maravillosa y flamante historia de amor que ahora se gestaba entre el odioso de Munra y el faraón milenario.

Quería darse de golpes contra la pared al descubrir que Gulf en realidad no le era del todo indiferente y que si había actuado como un patán era porque sencillamente era una idiota. Se sintió asustado cuando un hombre que se suponía que debía estar muerto le exigía amarlo. Aquello no era ni lógico y mucho menos normal, pero estaba sucediendo. Además, Mew realmente no había tenido mucha experiencia en relaciones románticas, su única pareja había sido Franz y solo por agradecimiento a su padre y no precisamente porque sintiera amor por el muchacho.

Pero ahora que venía a Gulf con alguien más, sentía su sangre hervir. Estuvo a punto de separar a Munra de Gulf a golpes y tomó toda su fuerza de voluntad detenerse él mismo. No había sido nada agradable ver como los dulces y carnosos labios del faraón antiguo rozaban contra la boca del entrometido hijo de Akhenaten, y cada vez que cerraba los ojos, ese terrible recuerdo atormentaba su mente. ¿Por qué Gulf lo había besado? ¿Tan pronto se había olvidado de él?

***

Después de haber estado una hora en el bar con los amigos de Mew, Gulf había regresado a la habitación pues se sentía muy cansado física y mentalmente. En su cabeza no dejaba de repetirse la tontería que había cometido de besar a Munra.

Él mejor que nadie sabía que eso no había estado bien, que no había sido lo correcto que lo viera por donde lo viera ese había sido el peor error que había cometido en la vida. En primera, porque no quería ilusionar a Munra y en segunda porque sabía perfectamente que nada podría pasar entre ellos. Munra no era el hombre que lo despertó de su largo sueño, de haber sido así, ahora estaría más que feliz porque por fin después de miles de años sería un hombre amado.

Pero Munra no era Mew, con él no sentía una conexión ancestral. Estaba seguro que más allá de la maldición que habían lanzado sobre él, el vínculo que tenía con el arqueólogo extranjero era real. Lo supo en cuanto lo vio a los ojos por primera vez, Mew era su otra parte, su complemento, su otra mitad. Pero éste ya había entregado su corazón a alguien más y no había nada que pudiera hacer.

Con el ánimo por los suelos, caminó hacia la ventana y se sentó en el alfeizar de la misma para contemplar la luna. El astro se podía apreciar en todo su esplendor brillando orgullosamente en el nocturno cielo de Egipto, además, el cielo estaba despejado, sin ninguna nube de por medio que impidiera ver las estrellas y el propio satélite natural.

Entonces, empezó a meditar sobre los pocos días que le quedaban. Iba a desaparecer para siempre y sinceramente no quería. Pero era su destino y tenía que aceptarlo. De pronto, sintió un mareo y al estar tan cansado y con poca fuerza cayó al suelo de la habitación completamente inconsciente.

Todo comenzó en EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora