𓀀 FINAL 𓀀

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Capítulo XVI

De pronto se encontraba afuera de la mansión de Hendrich en la gris y oscura Inglaterra. Munra sabía que la capital inglesa era particularmente lluviosa y que la mayor parte del tiempo el cielo se encontraba cubierto de nubes grises pero el pronóstico del clima de ese día había anunciado cielo despejado sin probabilidad de lluvia, así que el chubasco que lo recibió apenas saliendo del aeropuerto le presagiaba un mal augurio, según él.

Pero ya estaba ahí, y no podía echarte para atrás. Sus nervios no podían traicionarlo justo cuando estaba a metros de su objetivo. Su inseguridad debía hacerla a un lado y levantar el dedo para tocar el timbre. Detrás de ese alto e imponente portón negro estaba la clave de su futuro.

Sin embargo, Munra pasó más de dos horas contemplando prácticamente a la nada con su mirada fija en el portón. Se sentía bloqueado. Incapaz de moverse y dudaba siquiera de que siguiera respirando.

- Franz, saldré a pasear a Bruno – Hendrich le gritó a su hermano desde el recibidor de su casa. Bruno era un San Bernardo macho de tres años con setenta y nueve kilos de personalidad vivaz, amigable, gentil, vigilante y calmada.

- ¿A esta hora? – preguntó Franz bajando las escaleras con su singular mala actitud – además está lloviznando -

- No pude sacarlo a pasear en la mañana porque tuve una reunión muy temprano – indicó Hendrich – y como tú no lo sacaste tampoco, Bruno está inquieto, necesita salir a correr así que iremos en este momento – no le debía explicaciones a su hermano menor pero tampoco tenía ánimos de discutir con él. Además, dentro de poco volverían a Alemania definitivamente, así que mejor llevar la fiesta en paz en lo que seguían juntos ahí.

Se supone que Franz iría con él a Inglaterra unos días y después volaría a su país natal, sin embargo su hermano, por alguna extraña razón que no entendía, se había quedado a acompañarlo todo el tiempo. No iba a negar que la mayor parte del tiempo convivían como dos hermanos normales. Pero había ocasiones en las que quería arrancarle la cabeza.

- Bruno es demasiado para mí, no puedo con él, además no me gusta oler a perro y a sudor después de un paseo – Franz se fue a la cocina y Hendrich rodó los ojos. Su hermano era... ¡Dios! su hermano y no podía decir más.

Salió de la casa atravesando el jardín. Los paseos con Bruno, eran parte de su "terapia" para no caer en una profunda depresión. Era increíble lo mucho que podía llegar a extrañar a alguien que había conocido durante apenas unos días. Era asombrosa la tristeza que sintió cuando el avión despegó de Egipto y aterrizó en Londres.

Habían sido dos meses en los que se enfrascó en los proyectos arqueológicos que financiaba su padre alrededor del mundo y en salir a pasear con Bruno. Por las noches dedicaba dos horas de ejercicio que lo dejaban lo suficientemente exhausto como para siquiera ofrecerle algún pensamiento al hombre egipcio que tanto extrañaba.

- Esos egipcios seguramente usan algún truco de magia para enamorar a los extranjeros – le habló Hendrich al perro haciendo que éste ladrara en respuesta – piensas como yo ¿Verdad amigo? –

Pero la magia realmente existía. Porque de otro modo no había forma que de Munra estuviera detrás del portón de su casa en Londres, propiedad de su padre. ¿Sería un espejismo?

- Mew me dijo donde vivías – fue lo primero que dijo Munra cuando Hendrich abrió el portón sin que el egipcio lo esperara. ¿Acaso si había tenido el valor de tocar el timbre? Según él, no lo había hecho, pero para el caso el alemán ya estaba delante de él.

- Ok – habló lentamente Hendrich absolutamente sorprendido – Mew tiene mucha información de nuestra familia por lo que veo - exclamó apenas con aliento.

Todo comenzó en EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora