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Capítulo XI

Se sentía mal al ver como Imhotep y Deia, es decir Mew y Gulf habían vuelto a estar juntos después de miles de años. No iba a negar que gran parte de su tristeza pertenecía a su antepasado Khafra, pero él, Munra Hassan también había llegado a sentir amor por el hermoso joven de ojos ambarinos.

Su corazón no podía soportarlo y entonces salió de su casa siendo perseguido por Hendrich.

- Mi gran señor, lamento no haberme dado cuenta antes del hilo energético que nos une – Mew tomó las manos de Gulf entre las suyas y lo miró a los ojos – siempre estuvimos hechos el uno para el otro tanto física como mentalmente – besó los nudillos de las hermosas manos de su alma gemela y sonrió – tú y yo somos las dos mitades de un todo y aunque en el pasado me negué aceptarlo por creerme indigno de ti y en la actualidad un espíritu no me dejaba ver la realidad de nuestra conexión – se hincó delante de Gulf sin soltar sus manos – prometo que de ahora en adelante, mi único deber será cuidarte y amarte todos los días que me queden de vida y al renacer, buscarte hasta encontrarte nuevamente para amarte con todo el amor de mi corazón –

Conmovido por las palabras de Mew, Gulf lloró nuevamente. Ese gesto le pareció increíblemente tierno al arqueólogo que se puso de pie para envolverlo entre sus brazos.

- Creo que lo mejor será dejarlos solos – Akhenaten, aunque triste por su hijo, estaba feliz porque su faraón y el sacerdote que tanto amaba por fin estaban juntos y ambos se reconocían como el complemento del otro.

- ¿Qué pasa con Munra? – preguntó Johan preocupado.

- Sé que está triste porque se sentía atraído por el faraón, pero su relación jamás estuvo destinada a ser, mi señor entregó su corazón hace mucho tiempo a Mew y nada ni nadie puede romper ese vínculo, Munra lo superará – Akhenaten sonrió con nostalgia – estará bien, el joven Hendrich fue tras él –

- Apuesto que esos dos se quedan juntos – soltó Markus con una sonrisa burlona.

- ¡Markus! – su novio lo regañó por decir esas cosas delante de su padre.

- Todo puede pasar en este mágico país – Akhenaten les sonrió y la pareja no pudo haber estado más de acuerdo con él.

***

Mientras tanto, Munra había llegado a unas ruinas que estaban cerca de su casa y se había sentado en una de las esquinas con la mirada perdida en la nada. Ese era su lugar favorito para ir cuando se sentía triste. Ahí podía dejar salir sus penas y encontrar paz.

- A veces llorar es otra forma de no ahogarse – la voz de Hendrich lo hizo levantar la vista.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó el egipcio de mala gana.

- No te veías bien cuando saliste de tu casa, y pensé que podrías necesitar... -

- No necesito nada, solo quiero estar solo – interrumpió Munra – vete –

- No lo haré – aseguró el alemán – no puedo irme así sabiendo que no estás bien –

- Sinceramente tú eres la última persona que desearía que estuviera aquí, eres amigo de Mew, el hombre que me quitó al amor de mi vida – Munra sabía que estaba siendo duro con Hendrich, pero estaba hablando desde su dolor.

- Ellos dos estaban destinados a estar juntos desde tiempos inmemoriales – habló el alemán con delicadeza acercándose a él – no dudo del amor que puedas sentir por el faraón Deia Mon I, y tampoco creo que tu amor valga menos que el de Mew, pero no puedes hacer nada para destruir el vínculo que representa el amor de ellos dos – hizo una pausa cuando notó que Munra bajaba la mirada – ellos se pertenecen porque sus corazones se corresponden y se aman infinitamente a pesar de las adversidades que el tiempo les ha presentado –

Todo comenzó en EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora