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Capítulo XII

La puerta de la habitación que pertenecía a Mew y a Gulf se cerró y entonces ambos cuerpos se unieron a través de un beso y cayeron sobre la cama en medio de una pasión milenaria que quería liberarse de una vez por todas. La solo idea de perder al gran amor de vida no dejaba de rondar por la cabeza del arqueólogo y entonces supo que debían consumir el despertar del faraón.

Pero terminar con aquella maldición no era la única razón por la que Mew quería hacer suyo a Gulf. En la antigüedad, mientras ellos eran Imhotep y Deia Mon nunca habían intimado porque no tuvieron la oportunidad de casarse. Los trágicos sucesos ocurridos los habían separado y después de una última visita del faraón a su taller, jamás lo volvió a ver.

Claro que debían hablar sobre aquel suceso, pero Mew quería recuperar bien sus recuerdos y explicarle a Gulf lo que realmente había pasado y el motivo por el cual no pudo protegerlo. No podía recordar con claridad lo que había pasado, pero se sentía culpable de lo que le había sucedido a su rey.

No obstante, ya habría tiempo para eso, ahora tan solo quería amar y entregarle por completo su amor al bello ángel ancestral que yacía bajo su cuerpo gimiendo ante sus osadas caricias.

- Mew... esto... esto... ¿Es correcto? – preguntó Gulf sin soltar su abrazo con el que tenía rodeado a Mew por el cuello – no nos hemos casado, ¿No tendremos problemas si... si tú y yo... pues... ya sabes? –

- ¿Me amas cariño? – preguntó el mayor al entender sus dudas.

- Mucho, en intensidad y cantidad extrema – respondió el faraón con orgullo – no existe ni vocablo ni número que pueda expresar lo que mi corazón siente por ti Mew – éste sonrió al escuchar la respuesta y besó con ternura la frente de su gran amor.

- Te amo mucho más allá de lo entendible – susurró Mew mientras bajaba sus labios para besar los hermosos ojos ambarinos de Gulf – te amo más allá de las reglas de los hombres y de los dioses – sus labios siguieron bajando encontrándose con la barbilla del más joven – te amo más allá del tiempo y del espacio – besó su cuello provocando un sonoro gemido en el menor y después se alejó un poco de él – y si tú me amas tanto como dices hacerlo, entonces esto que hacemos es lo apropiado, lo perfecto y lo correcto –

En ese momento todas las dudas se despejaron por completo. Atrás quedaron las reglas, los preceptos sociales, las viejas enseñanzas, los mandatos antiguos, las intrigadas que ambos vivieron, el enorme lapso de tiempo que habían tenido que superar para reencontrarse. Todo, todo quedo lejos de ese mágico momento en el que sabían que por fin solidificarían su amor.

Sus labios volvieron a encontrarse. En cada uno era evidente la necesidad que sentían por el otro. Su beso que era tierno y al mismo tiempo ardiente, no era suficiente para el calor que nacía desde el fondo de su corazón y que se iba extendiendo por todo su cuerpo. Las manos de Gulf envolvían el cuello de Mew para no dejarlo escapar, aunque éste no pensaba hacerlo.

Mientras tanto, las manos de mayor empezaban el reconocimiento del cálido y muy sensitivo cuerpo de Gulf. Se sintió dichoso al notar que su amado faraón se estremecía cuando sus dedos recorrían su sedosa piel. Pero él quería sentir más. Deseaba explorar zonas que nunca nadie antes había explorado; ni siquiera los rayos del omnipresente dios Ra habían acariciado ese virgen territorio que tanto deseaba dominar Mew.

- ¿Me permite mi faraón despojarlo de la molesta ropa que me impide admirar su cuerpo? – preguntó Mew mientras mordía el lóbulo de su oreja izquierda para intentar persuadirlo.

- Olvídate que soy el faraón – dijo Gulf sin aliento – en este momento solo soy un pobre mortal a la espera de que su otra mitad calme el fuego que está sintiendo desde el interior de su cuerpo – las piernas de Gulf se enredaron en el cuerpo de Mew y éste sonrió.

Todo comenzó en EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora