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Capítulo IX

Cuando Gulf se alejó del callejón, una sonrisa perversa se formó en el rostro de Mew. Había sido sumamente sencillo convencer al tonto faraón de encontrarse con él. Por lo que el plan ya estaba en marcha y el estúpido arqueólogo y su ridícula necedad de no amar a su alma gemela lo iban a ayudar a destruir una vez por todas al Deia Mon I y hacerlo pagar por su rechazo.

***

Gulf seguía sin creer la invitación que Mew le había hecho de encontrarse por la noche en su habitación. Si su padre viviera, seguramente no estaría nada contento de que su hijo, el gran príncipe de Egipto recibiera a un hombre en sus aposentos por la noche y sin estar casados. Estaba nervioso y al mismo tiempo emocionado. ¿Qué era lo que Mew querría decirle? ¿Por qué tendría que ser a solas?

Se imaginaba que tenía que ver con que estuviera escapando de su prometido Franz. Durante su corto reinado, le llegó un informe de una pareja que había huido de Egipto porque no querían unirse en matrimonio ya que no amaban a las personas que sus padres les habían impuesto y se fueron del país para poder vivir libremente su amor.

Jamás los encontraron, y es que Gulf no mandó a ninguna comisión a su encuentro. Él tampoco estaba a favor de los matrimonios arreglados y pensaba eliminarlos de la sociedad egipcia, aunque era plenamente consciente que solo podría hacerlo con las clases bajas y no con la aristocracia de ese momento. Pero si podía hacer feliz a su pueblo lo haría, sin importar qué.

Por eso, la idea de que Mew le hablaría respecto a su escape de Franz le daba un poco de esperanza. "Tal vez Mew no desea casarse con él", y si era así, lucharía por conquistarlo, ganarse su amor y permanecer con vida en la nueva era que era desconocida para él.

Cuando le pidió a Munra que lo llevase temprano al hotel con la excusa de querer descansar, notó que el egipcio no se lo había tomado del todo bien y se había desilusionado porque había pensado en llevarlo a cenar y al final Gulf canceló todo. Lo sentía mucho por Munra, ese hombre merecía a alguien que en verdad lo quisiese, pero desafortunadamente, él no podía corresponder su amor.

***

- ¿Y se puede saber qué es eso más importante que tienes que hacer? – la pregunta de Franz evidentemente era con molestia al conocer los planes de Mew – tengo una sorpresa para ti mi amor, no puedes hacerme esto –

- A eso te arriesgas al planear una sorpresa – replicó Mew – de verdad no sé cómo hacerte entender que tú y yo no somos nada, ¿Por qué no dejas de molestarme? –

- ¿Y a dónde vas a ir? –

Mew se estaba cansando con tantas preguntas. Ciertamente no estaba en sus planes usar a ese hombre para destruir al faraón, pero quizás, si su plan fallaba, sería de gran ayuda para que Deia Mon I, dejase de existir para siempre.

- No es algo que te importe, pero si te portas bien, prometo compensarte – Mew se acercó a Franz y le sonrió de manera coqueta.

- ¿Lo prometes? – cuestionó Franz ilusionado.

- Solo deja de molestarme y me tendrás aquí en un par de horas – prometió el tailandés.

- Esta noche llegará mi hermano, iremos a cenar y después tú y yo podremos encontrarnos en mi habitación – el alemán rodeo por el cuello a Mew y depositó un beso en sus labios que no fue correspondido.

- Disfrútalo – dijo Mew y sin más se marchó para seguir con su plan.

***

Estando en su habitación, Gulf sintió un pequeño mareo por lo que rápidamente se dirigió al baño para lavarse el rostro; agachó su cara a la altura del lavabo y después de mojarlo tantas veces observó su reflejo en el espejo. Sin embargo, la imagen que le regresaba el cristal no era la de su rostro empapado de agua sino la de una especie de visión en la que Mew sonreía con maldad y él lloraba amargamente rodeado de espíritus que intentaban introducirlo en un río de lava negra.

Todo comenzó en EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora