Cuando Te Fuiste

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Casi un año después todavía continúa dando vueltas por mi cabeza la misma pregunta: ¿cómo?

¿Cómo pudo marcharse Can? Nunca tuve la necesidad de preguntarme por qué, para mi era evidente que la respuesta a esa pregunta solo podía ser Yigit. Porque estaba avergonzado de lo que le había hecho, porque se sentía culpable, porque estaba celoso de él. Cuanto más pensaba en ello más claro veía el nexo, Can estaba celoso del tiempo que pasaba con Yigit, de la relación que teníamos porque pensaba que él estaba enamorado de mi y yo no me daba cuenta. Aquellos celos le hicieron atacar a Yigit y la culpabilidad por las secuelas que le había dejado le llevaron a marcharse. Hasta ese punto todo estaba claro para mí, pero seguía atormentándome el cómo.

¿Cómo pudo abandonarme? Coger sus cosas y marcharse sin despedirse, sin hablar, sin informar siquiera. ¿Cómo habíamos pasado de estar a punto de casarnos e iniciar una nueva vida juntos a verme sola llamando desesperadamente a su puerta?

Puedo recordar aquella noche como si acabara de ocurrir. Tras la discusión que mantuvimos en el hospital vi como Can caminaba hacia la puerta sin mirar atrás. Volví a la habitación a ver a Yigit y aparté a Leyla a un lado para contarle lo que había pasado, sabía que las cosas no podían quedarse de esa manera con Can, tenía que ir tras él. Emre se ofreció a llevarme a la casa de la montaña, pero sabía que Can no habría ido a ella después de lo que había pasado aquella mañana allí, no tenía sentido que volviese.

Salí sola de la habitación, ya con el teléfono en la mano, llamándole para ver donde estaba. La primera llamada se perdió en el tiempo hasta desconectarse, cuando lo intenté por segunda vez su teléfono ya estaba apagado. No me había llamado y había apagado el móvil, ni en nuestros peores momentos Can se había alejado tanto. Cuando descubrió que le había mentido por primera vez apenas quería escucharme, pero lo hizo, me dejó hablar. Tras venderle mi perfume a Fabri se enfadó, pero no se alejó de mí.

Sin embargo, aquella noche se enfadó, se alejó y me olvidó.

Y yo debería haberle olvidado también pero allí estaba de nuevo, sentada en el jardín de mi nueva casa, a donde me había mudado intentando alejarme de todo lo que me recordaba a él, pensando otra vez en Can. Pensando en el tiempo que pasé golpeando la puerta de su casa, llamándole. Recordando el momento en que Emre y Leyla llegaron a casa, cómo entré corriendo en cuanto Emre abrió la puerta pensando que encontraría a Can en el jardín o en su habitación, pero todo lo que encontré fue una casa vacía. Le pedí a Emre que me llevase a la empresa, estaba convencida de que Can estaría allí, pero la encontré tan vacía como la casa. Emre fue a la cabaña porque yo no me atrevía a volver y en el tiempo que tardó en regresar tuve la esperanza de que Can estuviera realmente allí, pero volvió solo.

Recorrimos las calles de Estambul durante toda la noche, aquellos lugares a los que podría haber ido, los sitios que le gustaba fotografiar. Nuestro último destino fue el puerto, en él nos encontramos el coche de Can, le había dejado las llaves al guarda de seguridad junto a una nota para su hermano: Es todo lo que queda de mí, guárdalo.

Entonces nos dimos cuenta de que su barco no estaba. El teléfono apagado, casi todas sus pertenencias en casa, pero su barco no estaba. Y mientras escuchaba a Leyla llamarme me di cuenta de que esta vez Can me había abandonado sin mirar atrás.

En Manos Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora