Reencuentro

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Era él. Ahora estaba segura de que no me estaba dejando llevar por mi locura o mi imaginación. Can estaba allí, tras de mi, mirándome a través del cristal. Por un momento, que me pareció eterno, mi mundo se paró. Contuve la respiración, podía sentir mi corazón desbocado en el pecho, sus latidos resonando en mi oídos.

No esperaba volver a verle. Una parte de mi vivía con la esperanza secreta de que volviese algún día pero después de un año sin noticias, la parte más práctica de mi se había convencido de que no volvería a verle nunca más, pero allí estaba. 

Un año de palabras atragantadas se agolparon en mi garganta. Quería gritarle lo enfadada que estaba con él, lo decepcionada que me había sentido, el daño que me había hecho al abandonarme, pero también quería decirle lo mucho que sentía lo que había pasado en el hospital, que debí creerle y lo mucho que le había echado de menos. La guerra que se había desatado en mi me paralizaba. 

Cerré los ojos, respiré profundo y me di la vuelta antes de volver a abrirlos lentamente.

Dejé salir todo el aire de mis pulmones.

Can estaba frente a mi, mirándome a los ojos. En su rostro, una expresión mezcla de alegría y angustia. ¿ Por qué? ¿Nuestro encuentro le provocaba aquella angustia? ¿Habría ido a aquel pueblo porque así esperaba no verme y ahora se arrepentía de haberme encontrado? Quise sonreírle, hacerle saber que pese a todo me alegraba de verle pero mis labios no se movieron. 

Estaba distinto, con el pelo suelto, más moreno, más fuerte. Todo en él transmitía un nuevo aire de tranquilidad, como si hubiera cambiado además de por fuera, también por dentro. Me pregunté si ese posible cambio me incluiría a mi, si me habría olvidado por completo. 

- Sanem.

Pronunció mi nombre. Su voz grave y baja recorrió cada fibra de mi ser haciéndome temblar. Sé que le miraba con los ojos abiertos por la sorpresa y los labios con una frase a medias.

- Sanem.

Repitió mi nombre y se movió, acercándose a mi con el brazo extendido.

- ¡No!

No pude evitarlo, di un paso atrás para alejarme de él. No estaba segura de si quería dejar que me tocase, aquello podría acabar de destruirme. 

- Por favor.

Aquél tono de súplica en su voz fue todo lo que necesité para dejarme llevar hacia él. Alargué mi brazo y dejé que mi mano se posara sobre la suya. Había olvidado lo grandes que eran sus manos, cómo podía envolver las mías y calentarlas. Poco a poco me fue rodeando con sus brazos, sin dejar de mirarme a los ojos, me encontré atrapada entre ellos. Yo le pasé las manos por detrás del cuello y me puse de puntillas mientras me acercaba lentamente a él. Escondí la cabeza en el hueco de su cuello y aspiré su aroma. 

Era el aroma de mi amor, el mismo que tanto había extrañado y el que tantas veces había intentado replicar. Cerré los ojos recordando algunos de nuestros momentos felices, como el día en que trepó a un árbol para conseguirme una flor extraña y que pudiera hacer un perfume nuevo. Aunque tenía un ligero olor a sal marina, aquél seguía siendo mi Can. Su nombre se escapó de mis labios en un susurro.

- Can...

- Ha pasado mucho tiempo.

¿Eso era todo lo que tenía que decir? Me alejé de él y le miré esperando algo más, una explicación que no llegaba.

- ¿No vas a decir nada más? ¿No vas a explicarme por qué me abandonaste?.

- No quiero hablar de ello. No te preocupes, no voy a quedarme. 

- No me importa si te quedas.

Mentirosa. Eres una mentirosa Sanem. 

La voz en mi cabeza sonó alto y claro pero decidí ignorarla, no era el momento de debatir con mi otra yo, aún más loca, sobre Can.

Él ya no respondió, dio media vuelta y comenzó a andar sin mirar atrás, sin decirme nada más. 

- ¡Can! ¡Espera!

Fui tras él, necesitaba saber por qué se había marchado. Por qué no había contestado al teléfono o devuelto mis llamadas. Por qué había vuelto.

- ¿Por qué Can? ¿Por qué te fuiste sin decir nada? ¿Por qué no respondiste mis llamadas? 

- ¿Qué llamadas Sanem? No me llamaste, no me buscaste, no viniste tras de mi cuando me fui del hospital.

- Te llamé, Can, te llamé a los diez minutos y tu teléfono estaba apagado. Nunca me devolviste esa llamada y nadie pudo volver a contactar contigo.

Su expresión pasó de la duda al asombro.

- ¿Me llamaste? - asentí con la cabeza- Lancé mi teléfono contra la pared. Nunca vi tu llamada.

No la había visto, no sabía lo arrepentida que estaba de nuestra última discusión, pero se había rendido sin más.

- Pero te fuiste Can, tuvimos una discusión y te fuiste. Me abandonaste.

- Elegiste creer a Yigit por encima de mi, te alejaste, me juzgaste, incluso me condenaste. Todo en la misma noche, no intentaste acercarte a mi, entenderme o apoyarme en ningún momento.

- Can...

- Yo no te abandoné Sanem, tú me apartaste de tu lado. 

La dureza de sus palabras impactó en mi devolviéndome a aquel momento. Can tenía parte de razón, aquella noche le vi cruzar la puerta y no hice nada para detenerle. 

Sabía que le estaba perdiendo y le di la espalda.



En Manos Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora