Beneficios

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Esa noche había sido una prueba de fuego para Can, y también una revelación. Cuando Sanem le besó supo que no podría dejarlo pasar y que querría más. 

En aquel momento la expresión de Sanem no tenía precio, Can sabía que su propuesta la había asombrado. Que no supiera qué hacer o que respuesta darle era justo el efecto que quería conseguir.

Por lo visto la interrupción de Deniz la noche anterior le había salvado de cometer un error, no es que pensara que pasar la noche con Sanem fuese a serlo, pero era evidente que ella sí lo creía. Durante aquellas horas vacías no fue capaz de dejar de pensar en el momento que había compartido, cómo la pasión los había invadido igual que les ocurrió en el pasado.

Aquello le había llevado a tomar una decisión.

Era el momento de dejar el pasado atrás, de acabar con el rencor, la desconfianza y la infelicidad que había entre ellos por las cosas que habían ocurrido. Todos cometemos errores, en parte, es lo que significa ser humano. Podía no olvidar que Sanem había desconfiado de él, podía no olvidar lo que le había dolido, pero estaba decidido a perdonarla por ello. No quería seguir pensando en aquello, ni sintiéndose culpable, ni culpándola a ella. Las cosas estaban claras para él ahora, por algún motivo la vida le había llevado de vuelta hasta Sanem, la había encontrado aún cuando intentaba evitarla y la había devuelto a su camino cuando más intentaba alejarse de ella.

Todo aquello tenía que significar algo.

Que eran el destino del otro.

Quería a Sanem en su vida, quería volver a intentarlo. Volvería siempre a su lado, aunque nunca les saliera bien. No le importaba sangrar de vez en cuando si eso significaba que el resto del tiempo podía ser feliz a su lado porque, ¿qué era la vida sin ella? El tiempo que había pasado alejado de su lado había sido el más miserable de su vida, no quería volver a sentirse así. Sin embargo, Can sabía que traer a Sanem de vuelta no iba a ser fácil, él no era el único que había sufrido. Las cosas que le había contado Emre sobre cómo había vivido Sanem su ausencia durante los primeros meses, era algo que le dolía incluso más que sus propias heridas, pero estaba decidido a cumplir su promesa de no hacerla sufrir nunca más.

Estaba profundamente enamorado de Sanem.

Desde el primer momento en que la conoció vio que había algo especial en ella y desde aquella noche en la ópera fue incapaz de sacudirse de encima la emoción que le recorría por dentro cuando olía su perfume, ni la sensación de mariposas que sentía cada vez que la veía entrar en la oficina. La de sonrisas de idiota que había tenido que disimular cada vez que la miraba cuando pensaba que estaba comprometida con Osman. Siempre había tenido una atracción difícil de resistir.

De no haberla besado la noche anterior podría haber intentado mantenerse al margen hasta marcharse, pero ahora no había vuelta atrás. Sus brazos la habían rodeado otra vez, había aspirado el aroma de su cuello, sus labios se habían encontrado nuevamente y Can sabía que tenía que hacer todo lo posible por no perderla de nuevo.

El único lugar del mundo en el que quería estar era al lado de Sanem.

Aunque había una cosa que le preocupaba de todo aquello, no sabía cómo se sentía ella. No iba a engañarse, por cómo había reaccionado a sus besos y caricias la noche anterior, estaba seguro de que no le era indiferente pero lo que le había dicho sobre que había sido un error, le hacía ver que tal vez no estaba preparada para volver a estar con él. No quería obligarla ni presionarla, pero tampoco quería quedarse esperando hasta ver qué pasaba, de modo que en un pequeño arrebato le había propuesto ser amigos con derecho a roce. No tenía duda de que al principio se escandalizaría y, seguramente, se enfadaría con él, pero pensaba acercarse a ella cada día para ir erosionando lentamente su resistencia y sabía exactamente por dónde debía empezar.
Sanem nunca había podido resistirse a su cercanía, como él, perdía el sentido común cuando sus cuerpos estaban demasiado cerca.

Can se acercó a ella poco a poco, con pasos lentos, mirándola a los ojos. Colocó un mechón de su pelo detrás de su oreja, acercándose más y sin dejar de mirar sus labios, susurró su nombre.

- Sanem...

Ella suspiró levemente.

- Can...por favor...

Él sonrió. La leve nota de súplica en su voz le decía que no sería difícil que se rindiera a su amor.

Le rodeó la cintura con un brazo y la atrajo sobre él, Sanem colocó sus manos sobre el pecho de Can intentando crear una barrera física entre ambos. La otra mano de Can subía y bajaba por la espalda de Sanem suavemente mientras por dentro ardía por ella. Lentamente acercó sus labios a los de ella y la besó, al principio con cuidado, apenas rozando sus labios, hasta que la pasión les inundó. Sanem pasó sus brazos por el cuello de Can y pegó su cuerpo más, profundizando el beso. La lengua de Can se abrió paso entre los labios de Sanem que, tras su sorpresa inicial, se unió al juego que él le proponía. Tras varios minutos, su respiración entrecortada le dijo a Can que si no quería romper su plan debía parar allí. Con esfuerzo separó sus labios de ella y la miró a los ojos.

- Sanem, no puedes negar la atracción física que hay entre nosotros.

- No lo voy a negar Can, pero lo que propones...

- ¿Cuál es el problema Sanem? ¿La opinión que tendrán los demás si se enteran? Pues entonces no dejaremos que nadie se entere. Tendremos una relación con beneficios en secreto.

- ¿Tengo que recordarte que anoche casi nos descubre Deniz?

- Si lo planeamos bien y vamos con cuidado, nadie lo sabrá. Elige Sanem, ¿prefieres seguir mirando mi cuerpo desde lejos o vamos a quemarnos en las llamas de nuestra pasión juntos?

Vio la duda en sus ojos, pero apenas duró unos segundos, de repente fue sustituida por la decisión que había tomado.

- Vamos a quemarlo todo Can. – le dijo, antes de lanzarse a sus brazos.

Can sonrió para sus adentros mientras la besaba de nuevo, había esperanza para ellos.

El juego no había hecho más que empezar.

En Manos Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora