Refugio

1.7K 60 22
                                    

Las siguientes semanas las cosas no habían estado tan tranquilas como me hubieran gustado. Durante parte de la semana me había encontrado con molestas llamadas al móvil a horas de lo más raras, eso sin contar el espantapájaros que apareció roto y el libro que estaba leyendo y desapareció del jardín en cuestión de minutos.

Aún así, lo peor llegó aquella mañana. 

Cuando me levanté decidí preparar el desayuno para Can y para mi, en las últimas semanas habíamos empezado a dejarnos ver delante de los demás de forma más amigable. Con menos tensión entre nosotros a nadie le extrañaría que empezáramos a hacer cosas juntos, sobre todo si lo que ellos sabían que hacíamos tenía que ver exclusivamente con la empresa. De modo que fui a la cocina y me dediqué a preparar los mejores platos para Can durante una hora, ya estaba terminando de poner la mesa justo para cuando él apareció. Me dio los buenos días con un beso largo, tierno, dejándome sentir que me había echado de menos aquella noche. Yo le sonreí y entre risas me solté de sus brazos para ir a buscar unas flores que adornasen la mesa que había preparado. 

Decidí coger las flores blancas y lilas que tenía en el pequeño jardín en el que elaboraba mis cremas y perfumes, su fragancia era la que más me gustaba porque me recordaba a aquella mañana en la que Can me siguió por el bosque cuando las buscaba. Feliz, pensando en que podríamos dar un paseo por el puerto más tarde, bajé a saltos los escalones de mi pequeño santuario. 

Lo que me encontré borró la sonrisa de mi cara e hizo surgir de mi garganta un grito.

Mientras recorría despacio mi pequeño refugio, Can apareció en él, sobresaltado.

- ¡Sanem! ¿Qué ocurre?

No necesitó que le dijera nada cuando vio con sus propios ojos lo que había pasado allí. Mi lugar más querido estaba destrozado. La mesa tirada en el suelo, algunas de las plantas pisoteadas, otras arrancadas. Mis frascos de perfume rotos y derramados en el suelo, igual que los botes de mis cremas. Todos los utensilios que utilizo para crearlas esparcidos por el suelo. Can corrió hacia mi y me atrajo entre sus brazos.

- Sanem, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño?

No podía ni apartar la mirada del desastre que era aquello. Asentí con la cabeza, físicamente yo estaba bien. El problema era que todas mis cosas estaban destrozadas, y con ellas, mis sueños más inmediatos. 

- Can... ¿qué ha pasado aquí?

- No hubo viento anoche Sanem, o tormentas. Esto lo ha hecho una persona a conciencia. 

Miré a Can. Su cara mostraba una mezcla de rabia y preocupación, como si no estuviera demasiado seguro de querer decirme eso. ¿Quién iba a hacer una cosa así? Yo no tenía enemigos, no podía pensar en una sola persona que tuviera algún problema conmigo así que para mi aquello no tenía mucho sentido. Recordé las llamadas, el espantapájaros y el libro. 

Y la nota sobre mi cama la noche anterior.

"No te acerques más a él"

Estaba convencida de que había sido una nota de Deniz que, después de ver que Can y yo empezábamos a llevarnos mejor, quería recordarme que era mejor mantenerme alejada para que no me hiriese de nuevo. Ya habíamos hablado de eso mismo los primeros días tras la vuelta de Can, por lo que no le di importancia ni pensé que fuera algo raro. No había visto a Deniz todavía pero ni siquiera había pensado en preguntarle por ello. Cogí a Can del brazo y tiré de él hacia las escaleras, llevaba días ocultándole lo que había estado pasando y, por mucho que hubiera cambiado, estaba segura de que seguían sin gustarle las mentiras, secretos y engaños. 

Era el momento de ponerle al día. 

Cuando llegamos al salón le pedí que se sentara en el sofá y me puse a su lado, mirándole a los ojos y con mi mano sobre la suya. Decidí contárselo despacio, le notaba nervioso y no quería que se alterase.

- Can, tengo que contarte algo pero antes de empezar quiero que sepas que si no te lo he dicho antes ha sido porque no pensaba que fuera nada importante. No quiero que pienses que te lo he ocultado, ¿de acuerdo?

- No tengas miedo de contármelo, Sanem. Aprendí en el pasado que debo escucharte antes, y lo haré.

- Gracias - le sonreí - La verdad es que no había pensado en que nada de esto pudiera ser importante hasta ahora. Cuando has dicho que lo que había pasado en mi jardín era cosa de una persona, he pensado que tal vez eso tiene que ver con otras que han estado pasando esta semana. 

- ¿Qué otras cosas Sanem? ¿Han roto algo más?

- Sí y no. Una mañana el espantapájaros que tengo con tu cara, en la zona de sembrado, apareció roto. Estaba en el suelo, la camisa cortada y la careta hecha pedazos sobre ella, pero no pensé que hubiera sido nadie sino simplemente los pájaros.

- ¿Pueden los pájaros cortar una camisa, Sanem?

Desvié un segundo la mirada, tenía razón, pero no caí en la cuenta en aquel momento. Un espantapájaros roto tampoco era algo que me llamase mucho la atención. 

- Bien. El otro día me desapareció un libro de la hamaca del jardín principal. Estaba leyendo, entré a la cocina a por una limonada y cuando salí ya no estaba. No lo he encontrado todavía. 

- ¿Qué crees que pasó? ¿Le salieron piernas al libro y se fue a dar un paseo por el campo?

Tal vez mi plan de contárselo con tranquilidad no estaba dando el resultado que yo esperaba, pero tenía que decírselo todo.

- De acuerdo. Además, he estado recibiendo llamadas en mi teléfono a horas extrañas. Nadie respondía si contestaba yo y el número siempre era privado. 

Can se movió en el sofá, inquieto. Sabía que lo de las llamadas no le había hecho ninguna gracia y que estaba aguantando la rabia. Ya solo le quedaba una cosa por saber, habíamos llegado al punto delicado de la conversación. Me levanté y fui a mi habitación, en busca de la nota. 

- Sabiendo esto y lo de mi jardín...algo que pasó anoche me ha parecido extraño. Anoche cuando entré en mi habitación encontré esta nota sobre la cama. 

Se la entregué a Can, que la miró durante varios segundos antes de cerrar y apretar el puño mientras respiraba en profundidad. Se levantó del sofá despacio, mirándome con una mezcla de incredulidad, rabia y recelo. 

- Sanem...¿sabes lo  preocupante que es lo que me estás contando? - empezó a moverse por el salón - Vamos a repasar los hechos: encuentras roto el espantapájaros, te llaman a deshoras un número que no conoces, te roban un libro, te dejan una nota amenazante en tu propia habitación y finalmente destrozan tu lugar de trabajo mientras duermes. ¿Me he dejado algo?

Negué con la cabeza, no podía hacer otra cosa.

- Me voy a volver loco Sanem, te lo juro, me voy a volver loco. Escúchame bien porque solo voy a decir esto una vez y, te escucharé, pero ya te advierto que no voy a ceder ni un poco. No pienso volver a dejarte sola, voy a cuidar de ti te guste o no y no me importa ni lo que piensen ni lo que opinen los demás. Hoy mismo me mudo aquí para estar a tu lado.

Por el tono de su voz y la expresión de su rostro, sabía que no habría discusión posible, pero, ¿estábamos listos Can y yo para convivir juntos? ¿Sería él mi nuevo refugio para sentirme a salvo?

En Manos Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora