CAPITULO 23

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— ¿No lo conoces? — curiosea Mabel con incredulidad. — Creí que ya sabías quien es, pero bueno, quizás no te acuerdas, él es el doctor Blas...

— Lo conozco, — la interrumpe. — claro que me acuerdo, sé quién es. — suelta con una seriedad incomparable.

El silencio invade el lugar entero, nadie intenta ni siquiera verla a los ojos, las miradas corren de Blason al suelo y viceversa. Seguramente, así como yo estoy con un enorme signo de interrogación en mi cabeza, las demás están de la misma manera.

La intriga me invade y decido levantar la vista y posarla disimuladamente en Maya, está con sus ojos totalmente puestos en los de Blason, no puedo descifrar sus pensares y mucho menos todas las emociones que está sintiendo, de lo que sí estoy segura es que son negativas, muy pero muy negativas.

Y lo confirmo cuando bajo la vista a sus manos y veo que está apretándolas en puños.

Dejo a mi amiga de lado por un momento e intento buscar respuestas en el rostro de Blason, pero está tan conmocionado que me es imposible encontrar algo en él.

— ¿Y cuál es el problema, Maya? — Nelis es la primera valiente en preguntar lo que tanto queremos saber.

— Si, ¿qué pasa? — sigo yo, confundida.

— Eso es lo que yo quiero saber, — rabia ella. — ¿cómo se atreven a... a...

— ¡Oh por Dios! — grita Mabel. — ¡Maya! ¿¡Estás bien!?

Mabel corre hacia su mejor amiga y trata de sostenerla al ver que ésta ha estado a punto de caer al suelo, logra llegar a tiempo y la toma del brazo haciendo que Maya solamente se tambalee.

Nelis se apresura y copia los actos de Mabel y ayuda a sostener a Maya, instintivamente me acerco también. Para todas esto es preocupante y nos asusta, no estamos acostumbradas a ver a nuestra amiga en un estado como en el que se encuentra ahorita.

Maya es una persona calmada, neutral, no se descompone ante cualquier situación, y que haya estado a punto de caer al suelo con solo ver a Blason nos deja en mucho que pensar.

— Mierda... Siéntate. — pide Nelis mientras le indica a Mabel en dónde la van a colocar para que repose.

— ¿Qué está pasando aquí? Escuché los gritos. — no nos dimos cuenta en qué momento Omar bajó.

Nadie le contesta así que decide acercarse a Mabel para comprobar por él mismo la situación.

— ¿Mabel? — le pregunta.

— N-no sé, bajó y se puso así. — señala a su amiga.

— Uno, dos, t-tres... — cuenta Maya mientras intenta respirar.

Al ver que la respiración se le está cortando decido correr hacia uno de los sillones en donde recuerdo que vi un libro de Mabel, y en efecto ahí está. Lo tomo y regreso para poder soplar la cara de Maya.

— Oh, Mayita ¿te encuentras mejor? — interroga Mabel con su voz temblorosa y sus ojos llenos de lágrimas por haber sido testigo del estado de su mejor amiga.

— Un poco. — contesta ella con voz quedita.

— ¿Nos vas a decir qué carajo fue eso? — habla Nelis.

— No la presiones. — se susurra Mabel.

— Que mierdilla. — le suelta Omar a Nelis.

Ella solo rueda los ojos.

— Maya, por favor, nos estás preocupando demasiado... — me meto. — Dinos qué te ha afectado tanto.

Tiene la cabeza agachada y por lo tanto sus ojos están viendo el suelo, me dispongo a hacer lo que ella como buena estudiante de psicología ha aprendido; me pongo sobre mis rodillas, le tomo una de sus manos y la aprieto para que sepa que estoy ahí presente, con ella y, por último, intento buscar sus ojos, su mirada, pero está tan perdida que asusta.

Piezas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora