CAPITULO 25

6 2 1
                                    


— ¿Seguro que puedes con todas esas bolsas tu solito?

— Que sí. — responde riendo.

He venido hablando con Blason desde que me invitó a su casa y decidí aceptar, recuerdo que dejé con llave la puerta de la casa de Mabel, por cualquier cosa. Él no ha dejado que cargue ninguna de las bosas, dice que casi no pesan, pero la realidad es que no quiere que le ayude.

Y si, si pesan, sus dedos ya se están ciñendo debido a las bolsas de comprados.

— Ven, tomaremos un taxi. — avisa.

Le hago caso y lo sigo a la vuelta en donde se supone esperaremos uno.

— ¿Por qué no tomamos un bus?

— Nos tardaríamos demasiado.

Oh sí, es cierto. Recuerdo que vive más allá del Área Verde, lugar que queda bastante retirado del centro de la ciudad, además, el lugar límite donde llegan los buses es la Universidad, más para allá ya no. Aunque quisiéramos un bus no nos conviene, no podemos irnos caminando lo que falta.

— ¡Hey! — habla Blason a un conductor.

Rápidamente el vehículo se acerca y Blason acorta la distancia, habla un momento con el señor del carro y luego se da la vuelta para hacerme una señala indicándome que me suba.

Me monto primero y luego Blason se acomoda a mi lado a la vez que cierra la puerta. El señor arranca y emprende marcha hacia nuestro destino.

Va un poco lento, pero se nota el avance al poner la vista en la ventana, dejo el vidrio por un momento y me fijo en él; aún noto tristeza en su rostro, en sus ojos, tiene las manos y las piernas ocupadas debido a las bolsas con las que no quiso que le ayudara.

Hay un pequeño tramo de distancia entre ambos, distancia que acorto debido al acto de valor que acabo de tomar; me acerco poquito a poco y me posiciono juntito a él, hago que levante un poco su brazo izquierdo para poder entrelazarlo con el mío y reposo mi cabeza en su hombro.

No quiero moverme tanto porque de seguro le duelen las manos por la carga, así que decido quedarme completamente quieta, pero sus siguientes movimientos me ponen nerviosa; se mueve para que lo suelte, por un momento me sentí mal, pero eso cambia cuando noto que es para colocar las bolsas al lado mío donde ha quedado espacio.

Ya se encuentra sin carga alguna en su cuerpo, no sé si volverme a recostar en él o sentarme normal.

Él ve mi indecisión y prosigue a pasar uno de sus brazos por mi espalda y hace que me acerque aún más de lo planeado, ha dejado su brazo izquierdo abrazando mi cintura mientras que con la extremidad derecha toma una de mis manos, nerviosa decido ir dejando mi cabeza en su pecho y completar la romántica postura mientras cierro los ojos.

— ¿Ustedes son de por acá? — la voz del señor conductor me saca de la tranquilidad y abro los ojos.

— Así es, señor. — le contesta Blason con mucha amabilidad. — ¿Y usted?

— No, muchacho. — dice, y le creo, tiene un acento diferente, uno no tan común o conocido, bien podría pasársele desapercibido. — Soy de allá del centro de América. — habla orgulloso.

— ¿Y cómo le ha ido por acá? — curiosea Blason ya interesado en el señor, pero siempre acariciándome.

— Gracias al Señor que bastante bien mire ve, — contesta con una enorme sonrisa. — por un amigo mío conseguí trabajo, él ya tiene varios años taxiando acá.

— Que buen amigo, — aporto. — espero que les siga yendo bien a ambos.

— Dios te oiga, cipota.

Piezas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora