7. Recuerda

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" EL PERDÓN QUE BUSCABA LO ENCONTRABA EN TUS BRAZOS"

" EL PERDÓN QUE BUSCABA LO ENCONTRABA EN TUS BRAZOS"

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🕰️ AL DÍA SIGUIENTE

Hace unos minutos que estoy despierta, pero no he querido ni moverme. Los brazos de Nico rodean mi cintura y sus piernas se enredan con las mías. La sensación de volver a tener mi cuerpo junto al suyo es algo que no puedo describir con palabras. Todos estos meses rezaba porque esto pasara, y ahora que se ha hecho realidad, es como si aún no me lo creyera. 

Nico empieza a despertarse. Lo hace muy despacio, casi sin hacer ruido. Sus manos abandonan mi  cintura, así como sus piernas que ya no están sobre mi. Lo escucho apartar las sábanas e intentar ponerse en pie. Me giro un poco bostezando y él se queda quieto.

- Llevo un rato despierta –le digo en voz baja. Él enciende la lamparilla de su mesita, para después girarse y que nuestras miradas se crucen. En cuanto veo su rostro, todo un torbellino loco se desata en mi corazón.

- Tengo que irme a entrenar. No quiero, pero debo -su voz apenada y la forma que tiene de mirarme sólo pude significar una cosa.

- No me voy a ir -le afirmo para que se quede más tranquilo.

Nico se inclina hasta casi tumbarse. Levanta su manos haciendo que sus dedos repasen mi mejilla muy lentamente. Todo mi cuerpo se estremece con ese roce. Lo que eché de menos sus brazos, el dormir con él y amanecer cerca de su corazón. Me arrepiento tanto de mis decisiones. De que por culpa de todo lo que ocurrió casi me alejo de él.

- ¿En qué piensas, neni?

- Tenemos que hablar –le digo apretando mis labios. Es lo que menos deseo. Recordar cosas tristes. Sobre todo si son aquellas que me alejaron de él.

- Lo haremos –su boca roza la mía de manera sutil. Sus labios se mueven despacio como si fuera la primera vez que prueba los míos.

- Tengo miedo, Nico –le digo poniendo mis manos a ambos lados de su cuello.

- ¿De qué?

- De que después de que te lo cuente todo, me odies, o no quieras estar conmigo.

Su boca emite un chasquido. Se moja los labios y después de cerrar los ojos unos segundos, vuelve a abrirlos para seguir mirándome de la misma manera.

- Pude odiarte, Sara. Pude olvidarte y pasar página.  Y aquí estás, en mi cama, con tu cuerpo desnudo después de haberte hecho el amor. Créeme, digas lo que digas, no va a cambiar nada. Te quiero. Y eso es innegociable.

Una tonta sonrisa se instala en mi rostro, haciendo que cada una de sus palabras agiten de nuevo mi corazón. Porque él, desde luego, es la mejor cura para ésta maldita enfermedad. Porque sólo él me da razones para querer vivir. Busco sus labios de nuevo tomando su boca de forma suave. Sus besos siempre fueron mi calma, y eso es algo que no ha cambiado.

El último latido/Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora