18. Lo que más me duele

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" TENÍAS QUE SER TÚ LAS RAZONES DE MIS ABRAZOS "

" TENÍAS QUE SER TÚ LAS RAZONES DE MIS ABRAZOS "

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Creí que me sentiría aliviada

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Creí que me sentiría aliviada. Que cuando lo contara todo sería como si me quitara un peso de encima. Pero, no es así. Me siento mucho peor. Porque contarles a ellos en voz alta todo lo que pasó es como si de nuevo me clavaran ese puto cuchillo que aún tengo incrustado en mi corazón. Me tiemblan los dedos y me cuesta respirar un poco. Alzo mis ojos, pues llevaba un rato mirando las flores del mantel de la mesa. Me sorprende ver a Pablo con sus ojos anegados en lágrimas y apretando sus dientes. Pedri tiene la cara desencajada y se lleva las manos detrás de su cuello resoplando repetidas veces.

Y Nico, bueno, él es el que más me preocupa ahora mismo. Escucho el arrastrar de la silla donde está sentado. Aún no he sido capaz de mirarlo y ver que demuestra su expresión cuando me devuelva la mirada. Pero lo hago. Él se acaba de levantar y sale de la cocina atravesando la puerta que da al jardín.

- Nico –le llamo sin obtener respuesta por su parte y sin que él voltee su cabeza para mirarme.

Siento mi corazón desquebrajarse de nuevo y como las ganas de llorar son aún más evidentes. La mano de Pedri está sobre la mía y me da un cariñoso apretón intentando calmarme.

- Déjalo Sara. Tiene mucho que procesar y necesita estar solo –intenta darme una razón por la cual Nico no está a mi lado. 

- Si me disculpáis...yo

Me levanto de la silla y salgo de la cocina caminando con prisa. Subo las escaleras que me llevan hacia la parte de arriba y en cuanto entro en su dormitorio, me dejo caer en la cama llorando desconsolada. No puedo perderlo otra vez. Ahora no. Porque si ésta vez lo pierdo de nuevo, sé que no podré sobreponerme, porque en sólo dos días, ya no puedo ni quiero vivir sin él.

No sé cuanto tiempo paso llorando. Lamentándome de todo lo que pasó. Sintiéndome una mierda porque no luché. Simplemente me autoconvencí de que era una enferma y solo mi familia querría hacerse cargo de mi. O eso es lo que mi madre quiso que creyera.

La puerta de la habitación se abre, pero yo no soy capaz de girarme para enfrentarme a quien sea. Me estoy cansando de luchar. De demostrarles a todos que soy fuerte, porque no lo soy. El colchón se hunde con el peso de alguien. Es él. Es Nico. Sus manos acarician mi pelo con mucha lentitud haciendo que de nuevo mis lágrimas sean más evidentes.

El último latido/Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora