23. Tú No eres nadie para decidir por mi

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" Y COGER TÚ MANO Y QUE ME SAQUES DEL INFIERNO"

" Y COGER TÚ MANO Y QUE ME SAQUES DEL INFIERNO"

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📅 MÁS TARDE

📍HOSPITAL CARLOS DE HAYA

Muevo mi nariz de un lado hacia otro y parpadeo intentando abrir mis ojos. Los siento pesados pero, consigo hacerlo. Estoy en una habitación de hospital con un gotero que pende de mi brazo. Trago saliva y siento mi garganta seca otra vez. No sé cuanto tiempo llego aquí pero, por la ventana veo que ya es de noche. Pasan unos minutos hasta que por fin alguien entra por la puerta. Una enfermera se acerca a mi cama esbozando una sonrisa.

- Estás despierta. Voy a avisar al médico -revisa el suero que cuelga de mi brazo y después de ajustarlo, vuelve a salir de la habitación dejándome sola de nuevo.

De mi garganta sale un profundo suspiro. Otra vez en un hospital. Otra vez me he desmayado y he acabado aquí. Por dios que no sea arritmia o una angina de pecho, o yo que sé, porque estoy llegando a un punto que no puedo casi aguantar.

Minutos después, la puerta vuelve a abrirse entrando por ella el doctor que siempre me atiende cuando estoy en Málaga. Mi madre y Nico aparecen detrás de él, ambos, con el semblante preocupado.

- Sara, diría que me alegro de verte, pero no me gusta verte aquí –le sonrío al doctor y dejo que me de la mano con mucho cariño. Se pone frente a mi y veo que su rostro luce algo serio.

- ¿Qué me ha pasado?

- No es nada relacionado con tu enfermedad, Sara. Por eso puedes estar tranquila. Al parecer ha sido una bajada de tensión provocada porque... estás embarazada Sara.

Un jadeo sale de mi garganta y me llevo la mano a la boca. Siento como todo el cuerpo me tiembla y que los latidos de mi corazón empiezan a incrementarse. Busco a Nico con la mirada y lo veo con el rostro desencajado. Intento no llorar, pero, no puedo.

- ¿Embarazada? ¡Pero tú es que eres tonta, Sara! –mi madre empieza a pegarme voces, consiguiendo lo que trataba de evitar, llorar- ¡qué estás enferma, joder!

- Un poco de calma, por favor –le dice el doctor, pero ella empieza a dar vueltas por la habitación soltando todo lo que se le ocurre.

Empiezo a llorar desconsolada. Porque estoy embarazada. Y aún no me ha dado tiempo a asumirlo ni quiero pensar en nada. Al momento siento el cuerpo de Nico junto al mío y como me agarra para que pueda reposar en su pecho. Una de sus manos acaricia mi mejilla con mucha calma intentando tranquilizarme.

- No llores, neni. No llores, por favor –me pide una y otra vez.

- ¡Menudos idiotas estáis hechos! ¿Es que no sabéis que existen los condones? -mi madre aún sigue gritando y no está ayudándome nada. 

- Señora. O se calma o le digo a seguridad que se vaya. Usted decide. Lo que menos necesita su hija es que la ponga usted más nerviosa –el alto tono del doctor y la manera en como se lo dice, la hacen recular y sentarse en el sofá mirándome airadamente.

El último latido/Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora