Capítulo 19: Y luego... como si tuviera una oportunidad

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Una oportunidad de tener una vida [diferente]. ¿Lo tomas o lo dejas?

CHARLES

2 días después

Soñé con la misma sensación de protección y cuidado que me transmitía el cuerpo y la presencia de Sai. Estábamos en primavera, en una terraza, con la oscuridad de la noche sobre nuestras cabezas. Todo lo que me hacía feliz estaba conmigo, por lo que me sentí lleno por vez primera. Sai me arropaba con sus musculosos brazos porque yo tenía frío; y comenzó a reírse de mí cuando comencé a llorar porque me picó un mosquito.

Suelo llorar cuando me pasan esas cosas, porque me sucedía muy a menudo de niño, por eso odio la comezón.

Le saqué la lengua, molesto; y después dejó de reír. "Lo siento, es que te ves adorable", decía. Fue ahí cuando me percaté de que él por fin me veía como tantas veces lo soñé; finalmente Isaiah me miraba con admiración.

Me di cuenta, pues, de que Isaiah sí sentía algo por mi —era un hecho que yo deseaba a toda costa—, y sorprendentemente, aquel sentimiento era, increíblemente genuino... y sano.

Me quedé viéndolo con lágrimas en los ojos. Realmente llorar frente a él no me avergonzaba, de hecho, siempre me sentí desnudo frente a Isaiah; desnudo, y sin embargo, jamás miraba mis genitales. Desnudo, e Isaiah nunca juzgaba mis cicatrices.

En un mundo paralelo yo era normal, él era normal y teníamos una vida normal: con el uno al lado del otro. Tal vez, él y yo estábamos destinados a conocernos, a sanarnos juntos, a que él me mostrara que había una vida que podía vivir, y yo viviera junto a él la vida que él quería crear.

Isaiah era el regalo de la luna para que yo pudiera ser feliz.

¿Por qué despertar?

No quería despertar, quería quedarme aquí para siempre...

—¿Qué es lo último que recuerdas? —Escuché que me preguntó una mujer de cabello rubio y pecho pronunciado. Cerré los ojos dispuesto a volver a dormir, pues las drogas eran increíbles para mi cerebro, me hacían no tener pesadillas.

Me zarandeó un poco.

Joder, cómo me duele la cabeza. Siento como si hubiera corrido un gran maratón; y eso que yo no soy de correr, pues como fumo muchísimo, más que todo cuando necesito drenarme y tengo dinero; mis pulmones se han vuelto significativamente inútiles.

—Eh, acabas de despertar —notificó con una lámpara a un lado de mi. Oía su voz a lo lejos, como un susurro—. ¿Quieres contarme que ha pasado?

—No, chismosa...

Cerré los ojos aún más fuerte.

No tardé en notar que mi cuerpo estaba desprotegido, pues nadie estaba a mi lado. En algún momento, alguien, cualquier persona de cualquier sexo, cualquier raza, cualquier religión; podía dañarme como lo hizo mi padre tantas veces. Así que intenté luchar contra las drogas de mi cerebro y peleé por despertar, mas sentía el cuerpo pesado.

Sin embargo, sabía en mi interior que había alguien en el mundo, que, muy a mi pesar, para mi entera desgracia; sí me cuidaba, velaba por mi seguridad, o, al menos, jamás había intentado sobrepasarse. Dentro de un modo muy extraño para mí, él me protegía durante las noches. Era feliz sólo por eso. Estaba más cómodo si estaba a un lado de él, bajo sus brazos.

Y, sé que si acaso debiera ser dañado por alguien en la vida de nuevo; sería definitivamente de él, siempre lo he dicho. (Lo dije porque estaba dañado, nadie que te ama te puede dañar, así que no le hagan caso a estas patrañas que pensé cuando no había tomado terapia, gracias).

Somos puntos en la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora