Capítulo 15: Somos puntos en la nada

4 0 0
                                    

CHARLES

Recuerdo haberme sentido atraído por el cielo nocturno a partir de los siete años. Para algunas personas, cierta fijación o admiración se debía al sueño de querer convertirse en astrónomo o astronauta, para mí, era el pequeño sitio de paz que me permitía convertirme en un sordo. No me malinterpreten, mi interés por la luna no se debía a un pasatiempo que me hacia sentir de un modo extraño, era que, su brillantez, su iluminación, su simple forma redonda; me hipnotizaba. Por un segundo, dejaba de ser quien era, y dejaba de estar tan jodidamente solo. Mirar la luna me hacia no escuchar los gemidos de mis padres mientras tenían sexo frente a mí.

Lo que ellos hacían, para mí no tenía explicación. En cierto punto de mi vida [es decir, la primera vez que sucedió] quise intervenir porque pensaba que mi papá estaba maltratando a mi madre. Él invadía su cuerpo con su pene mientras mamá hacía cosas extrañas como sollozar, gemir, jadear.

Papá luego me dijo que era algo normal que se hacía entre dos personas. Entonces dije "vale, si lo dice papá, eso es" Pero, igual me preguntaba, ¿por qué lo hacen frente a mí? ¿Por qué justo cuando estoy jugando? ¿Que no tienen habitación? Más que todo me molestaba el sexo por los ruidos que emitían, pero en mi ignorancia infantil, presenciar eso no estaba mal, era tan normal como ver a mis papás tomar café o viendo la televisión.

Había más de dos habitaciones en aquella casa mansión, sin embargo, papá en las noches casi siempre estaba tomado. A papá le salían bien sus ingresos económicos [razón por la que teníamos tanto dinero] y festejaba usando el cuerpo de mi mamá a su antojo. Para mi desgracia, yo también me convertí en mi mamá, o esa era la deducción que acababa de arrojar pues cuando tuve sexo con Jacobi sentí lo mismo que [pienso] sintió mi madre. Desrealización, como si estuviera en una película, como si mi cuerpo no fuera mi cuerpo, porque mamá a veces no emitía ningún sonido, se quedaba... ¿dormida? Yo analizaba todo, miraba sus movimientos, sus expresiones. Ella a veces dormía o no decía nada. A veces me daba la impresión de que estaba borracha, pero más fuerte que borracha. Pensaba que era gracias a papá, pues mamá nunca se mostró desnuda frente a mí por voluntad propia. Una vez entré a su cuarto sin tocar (papá estaba abajo), y ella acababa de darse una ducha por lo que estaba desnuda, y se cubrió y me pidió que esperara a que se vistiera.

Me extrañó porque era como si ella no estuviese consciente de que ya la había visto desnuda antes.

Sin embargo, hubo un momento en el que no soporté más verlos desnudos, se volvió tan frecuente, que a veces papá olvidaba que literalmente yo existía por estar cogiendo. Por esa razón comencé a mirar a través de la ventana de mi sala de estar. Ahí fuera, no había vecinos, ni civilización, ni carreteras; lo único que nos acompañaba eran árboles frondosos, grandes y muy altos.

Y yo no hacía nada más que mirar la luna deseando estar allá, amándola, sintiéndome acompañado por ella; pero, a diferencia de los otros días, hubo un momento en el que aquella gota de nieve comenzó a teñirse de rojo. Mi luna, mi madre, mi todo; comenzó a sangrar... no sé quién demonios tomó algo que amaba y lo convirtió en... ¡eso! pero me desesperé. Cuando volví mi vista hacia atrás en busca de ayuda, mis padres ya no estaban teniendo sexo, estaban... muertos.

Me desperté de inmediato, demasiado sobresaltado. "Fue una pesadilla, estás bien, Charles. No llores", "tus padres están muertos". Mi respiración era irregular, y aunque comencé a hacer los ejercicios de respiración que me enseñó Sasha, nada funcionaba. Comencé a desesperarme, sobre todo porque no quería que Isaiah se diera cuenta de que acababa de despertarme de una pesadilla, y de que me había miccionado encima... sentía tanta vergüenza, tanta impotencia. Me sentía débil y pequeño. No quería que Isaiah me viera así

Somos puntos en la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora