Capítulo 24

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Isaiah

Para Charly:

Félix me había dicho una vez, que para enamorarme, era como un niño. Era ingenuo, crédulo y emocionalmente expresivo. Cuando estábamos juntos, me la pasaba diciendo cosas románticas a cada rato, y por pura fortuna, ninguna de las personas de las que me enamoraba les molestaba. Para Charly, yo era su salvación, pero él también era la mía, aun cuando él ni siquiera se daba cuenta.

Una vez le dije a Natalia que me bastó sólo un segundo para enamorarme de Charly. No quise cuestionarme la razón. No tendría que darle tantas vueltas a un hecho que estaba otorgándome tantas cosas bonitas, así que aquella noche especial, simplemente se lo confesé. Aquella reacción tan evidente de su parte, me llenó el pecho de amor y de orgullo, pues era un diálogo que hace nueve meses cuando conocí a Charly, no hubiera imaginado que diría. Menos a él/ella, en quien no paré de reflejarle mis inseguridades con respecto a mi frágil masculinidad.

Me hacía enteramente feliz que pese —y no gracias— a las circunstancias, mi corazón haya elegido a aquel en cuyo aspecto denota una fragilidad que desea convertir en fortaleza; un cuerpo increíblemente delicado y suave al que deseo besarle hasta el último centímetro, hasta la parte más oculta. Aquella persona que me corresponde, que me acepta, que me quiere y lo demuestra, que me hace reír, que me pide perdón, que demuestra sus emociones, que no minimiza las mías; que está conmigo cuando me siento mal y no me siento dispuesto a demostrarlo, pero él sabe cómo me siento, y no me culpa por llorar; no me golpea por sentir, no me juzga, no me cela, no me posee, no me grita. Podría decir tantas razones por las que me había enamorado de ella, pero las palabras no serían exactas, ni los hechos bastarían; porque mi amor va más allá de mi compresión, más allá de lo que alguien en algún momento ha sentido. Estoy enamorado y quiero decirlo, no me basta con que sólo yo lo sepa. Quiero que lo sepa todo el mundo. Quiero que también me ames sin peros algunos.

Así que te lo demostraré, Charly. Si no tienes fuerzas para remar, yo remaré por nosotros; estoy seguro de que cuando te recuperes, y yo esté mal, tú también lo harás. Si quieres llorar, voy a prestarte mi hombro para que llores conmigo, porque sé que cuando yo llore, estarás contigo. ¡Porque estoy negado a vernos como puntos en la nada! No somos eso. Somos mucho más. Yo, Isaiah Dilvela, soy tu luna menguante y tú eres mi hermoso atardecer. Bien sabes que ambos nos complementamos. ¡Hasta pecadores como nosotros podemos sentir amor!

Bien sabes que no podemos dejarnos ir.

Bien sabes que no me necesitas, pero que SÍ me quieres en tu vida, es mi decisión, ¿es también la tuya?

Dijiste que sí aquella noche que hicimos el amor.

Por siempre tuyo hasta el tuétano,

Isaiah.

•••

A la mañana siguiente, lo primero que escuchamos fue un grito estruendoso femenino. Aquel grito fue dramático, intencionalmente alto, y nos despertó y nos hizo caernos del sofá. Caíste sobre mí y te apartaste en abrupto. Fueron meses enteros en los que no tuvimos contacto. Pensé en que deberías acostumbrarte, así que no me hizo sentir mal.

—¡¿Qué carajos les pasa?! —volvió a gritar al viento mientras se cogía la cabeza entre las manos viendo nuestra ropa en el suelo, y luego, a nosotros desnudos en su sofá.

Abrió la boca y los ojos con sorpresa alzando sus brazos hacia arriba en un gesto dramático. Estaba vestida con ropa elegante, de pantalones de vestir holgados color vinotinto, y camisa floral semi transparente. Hayley quiso decir algo, pero se fue dejando la puerta abierta sin decir una palabra. Evedal vino preocupado, con un delantal puesto, preguntando a la nada qué había pasado y también entró al despacho.

Somos puntos en la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora